EL ENIGMA GRIEGO

En la antigua Grecia, era costumbre casi ineludible acudir al Oráculo para saber que depararía el destino. El más famoso fue el de Delfos, donde Apolo se había instalado, con el consentimiento de la Madre Tierra, e impartía sus predicciones por medio de sus sacerdotes, que respondían a los enigmas planteados después de examinar las entrañas de las víctimas sacrificadas. Los tiempos han cambiado y el Oráculo serán las urnas, que han de pronunciarse el próximo 25 de enero. Lo curioso es que el resultado no solo afectará a los griegos, sino que puede tener consecuencias ─y no pequeñas─ para la Unión Europea.

El fracaso para la elección de un nuevo Jefe del Estado ha forzado el adelanto electoral. Una cita que, según las encuestas, tiene un favorito: el partido de izquierdas Syriza, encabezado por Alexis Tsipras.

El preferido en las encuestas se presenta ante sus compatriotas como un nuevo Prometeo que rescatará al país de las garras de la Troika, pondrá en suspenso el pago de la deuda y acabará con la austeridad, que de nada o muy poco ha servido a la economía griega para evitar el desastre en el que está sumida: índice de paro insoportable, brutal descenso de los salarios, despidos masivos y recortes sociales de todo tipo. Aunque en un principio se prometía la recuperación de la cornucopia (el cuerno de la abundancia, regalado por Zeus a las hijas de Meliseo), para acabar con todos los males, se han moderado las propuestas, aunque se salvaguarda lo fundamental.

El titán Prometeo logró burlar a la máxima autoridad del Olimpo, el gran Zeus, más ocupado en asuntos de fornicio que en mantener la paz entre la cohorte de sus acólitos, y robó el fuego sagrado para entregarlo a los mortales. En esta ocasión el Zeus-Mercado ya ha hecho tronar sus amenazas: de momento se ha suspendido la negociación para una nueva ayuda a Grecia, hasta ver que deparan las urnas. Y como aviso a navegantes, por medio de sus sacerdotes más destacados y obedientes ─BCE, FMI, Bundesbank y Comisión Europea─  ha hecho saber que está dispuesto a abrir la caja de Pandora, con la consiguiente salida del euro y la bancarrota del país. Está claro que Zeus-Mercado quiere ver al pueblo griego como a su antepasado Sísifo: el rey de Éfira fue castigado en el inframundo, por sus muchos pecados, a transportar una pesada piedra colina arriba, verla descender y volver a empezar, eternamente. En este caso, la piedra de Sísifo es la deuda griega que, con propuestas de Syriza o sin ellas, resulta imposible de amortizar, pues la economía del país no puede generar los recursos suficientes para atender las necesidades mínimas de la sociedad helena y al mismo tiempo responder a las obligaciones contraídas. Sin embargo, Zeus-Mercado no parece, de momento, dispuesto a admitir excusas de ningún tipo: quiere recuperar lo prestado, hasta el último euro y con los sacrificios que sean precisos, sin reparar en que su inflexibilidad puede provocar la asfixia del deudor y por querer cobrar todo, corre el riesgo de quedarse sin recuperar nada ─como Zeus Olímpico, el Mercado es poco propicio al perdón y sí muy proclive a la venganza. Está claro también que el dios Mercado no está dispuesto a asumir una práctica habitual entre prestamistas y deudores: el riesgo del impagado. Para evitarlo hay que estudiar antes las condiciones del peticionario y si está en disposición de devolver lo que se le ha prestado ─evidentemente, los tiempos no están para sutilezas de ese cariz.

El enigma griego empezará a despejarse a partir del próximo 25 de enero, y si los ciudadanos optan por las propuestas de Prometeo-Tsipras el proceso no habrá hecho nada más que comenzar: la hybris de Zeus-Mercado es muy posible que se lleve por delante la economía griega, pero el efecto contagio puede extenderse por toda Europa, con consecuencias que ni el Oráculo de Delfos estaría en condiciones de pronosticar.