EL CARNAVAL DE BRUSELAS

La cumbre de mandatarios de la UE celebrada en Bruselas ha mostrado la farsa carnavalesca en la que parece instalada la Europa Comunitaria. Cada uno de los asistentes ha participado con la premisa del labriego castellano: todo el mundo va a lo suyo, menos yo que voy a lo mío. Por primera vez ―en una decisión trufada de equivocaciones, mendacidad y egoísmo― se han reducido las denominadas Perspectivas Financieras Plurianuales o Presupuestos para el periodo 2014 a 2020. Decisión tomada sin tener en cuenta, ni poco ni mucho, los 26 millones de parados que hay en la Unión Europea, y con un desempleo juvenil que, en el caso de España, alcanza cotas de una irresponsabilidad difícil de asimilar.

El Primer Ministro británico, David Cameron, salió exultante de la cumbre con el cheque compensatorio que recibe Gran Bretaña a salvo e intactos los intereses de la City. Con el retraso de las medidas anunciadas de integración y la ampliación permanente, la UE, de facto, sigue siendo lo que pretenden los británicos: lo más próximo a una Zona de Libre Comercio, antes que una integración federal. Por su parte, Ángela Merkel ha vuelto a imponer sus criterios de austeridad y ajuste pare enderezar, en un futuro, el rumbo de los socios descarriados. No está inspirada por sus creencias luteranas; responde, más bien,  a los intereses de la banca germana, agente necesario en el montaje del despilfarro crediticio de años precedentes y que no está dispuesta a renunciar ni a un euro de lo invertido: hizo sus negocios con préstamos abundantes en la época de bonanza inmobiliaria y ahora, a través de su gobierno, impone programas de austeridad que tienen como objetivo prioritario el pago de las deudas, sin asumir ningún riesgo propio de la  actividad bancaria. El ultimátum enviado por el BCE en agosto del 2011, a Berlusconi y a ZP sigue vigente: facilitar el despido, privatización de servicios públicos, reducción de sueldo a los funcionarios y rebaja de pensiones. Cierto que esta medicina de caballo ha disminuido el déficit público, pero en modo alguno ha reactivado la economía y se está más cerca de la recesión que de la recuperación. La canciller de hierro ha sorprendido a todos con su idea de implantar el mercado laboral comunitario, sin mencionar la urgencia de la unión bancaria o fiscal. Es la única ocurrencia para aumentar la competitividad de la economía europea frente a China y los países emergentes y ofrece como ejemplo la situación laboral de Alemania: mini-jobs que, con la excusa de combinar estudios y formación, se ha transformado en una inmensa bolsa de trabajo precario y sin protección social. Se argumenta que mejor es un mini-jobs que nada, pero no puede ocultar una realidad preocupante: el sistema es incapaz de mantener niveles de ocupación satisfactorios sin reducir sus beneficios inmediatos.

MR, que aspiraba a ser el «amante político» de Merkel tras la marcha de Sarkozy, sigue con su máscara de cigarrón, pero ahora es un simple comparsa que busca murga a la que apuntarse. Cansado por tanto esfuerzo negociador, pero sostenido por su inagotable retranca, ha vuelto con una parte de los fondos destinados al empleo juvenil y con un ligero incremento de las aportaciones comunitarias, desgraciada comprobación de que en Bruselas no creen que la tantas veces prometida recuperación económica se vaya a producir antes del 2020, por lo que España seguirá en la rama pobre de la familia europea. En cualquier caso, aquí el carnaval continúa y lo hace con la promesa de muchos desfiles atractivos a la espera del entierro de la sardina, sin que se sepa, por el momento, el nombre que protagonizará tan destacado personaje.