El arte nos dará La Paz. ¿Están hablando conmigo?

Algunos pensaban que todo lo que lastraba al arte hasta entonces –primeras décadas del siglo XX- era fruto de una sociedad sumida en la corrupción, la codicia, la miseria y los horrores de la guerra –casualmente, más o menos como ahora-. Por tanto, había que purificarla, depurarla, despojarla de esos vestigios fatales merced a un ideario artístico que negase todo elemento representativo y todo contenido simbólico, narrativo o evocador –ya me dirán qué culpa tendrían-.

Kazimir Malevich (suprematismo) hablaba entonces de la supremacía de la percepción o el sentimiento puro en las artes pictóricas. Se trataba de alcanzar esa sensación mística pura de la que formaría parte también el idealismo estético del teósofo Mondrian (neoplasticismo), que aspiraba a transmitir un mensaje conciliador de equilibrio y concordia.

¿Cómo se proyectaba ese idealismo en un continente destruido por la ambición de poder y riqueza –lo que se repite actualmente-, por la explotación y la pobreza, el desierto cultural y la negación de la vida? Pues a través de formas planas y abstractas, geometrías, colores lisos, monocromos o primarios, rectángulos, cuadrados, líneas rectas, etc.

Por consiguiente, concluye Piet Mondrian, “la visión plástica pura debería construir una nueva sociedad, tal y como el arte ha construido un nuevo plasticismo”. En definitiva, paz y armonía universales.

Pero todo fue inútil. Si estos éxtasis del pasado no llegaron a espantar en la mirada y sensibilidad de la gente los sempiternos fantasmas del oprobio, la corrupción y la aniquilación, ¿por qué habrían de hacerlo en este momento en que tanto se necesita? La verdad, no es cuestión de preocuparse, alguien existirá que sabrá formular otra nueva solución en vano.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)