El Año de la Cabra

El año que acabamos de estrenar se nos presenta como un período convulso y excitante. Avanzados los futuribles que presuntamente nos aguardan, más nos valdría apuntarnos al Año Nuevo de la Cabra,  renacimiento anual que los chinos festejarán el próximo mes de febrero. Los orientales relacionan ese arcano astrológico con la calma, la serenidad, la honradez y la sinceridad. Los españoles, sin embargo, no tenemos tan buena imagen de ese animalito enjuto y esquivo, arriscado y arisco, de carnes prietas, que trisca por el monte y se come los arbustos medio secos. Aquí se asocia la figura del rumiante con las personas que han perdido el juicio, a sus cabritos con aquellos congéneres que nos juegan una mala pasada,  a la cabronada con los  sucesos imprevistos que nos complica la vida y tachamos de macho cabrío, cabrón por más señas, al rufián  que nos irrita y al varón que consiente los engaños amorosos de su compañera. Cuéntele a un chino que el chivo simboliza al diablo en nuestras tradiciones culturales y lo dejará totalmente descolocado.

Bien está lo que bien acaba, pero los pronósticos de los profetas cualificados no son muy optimistas. En el mejor de los casos se promete una lenta recuperación económica basada en un crecimiento firme del producto interior bruto, en el abaratamiento de los intereses de la deuda y de las importaciones energéticas, en el relanzamiento del consumo, en la llegada de inversiones foráneas y en la creación sostenida de puestos de trabajo. Todo ello dependerá de factores externos tan imprevisibles como incontrolables. Europa no termina de sobreponerse a los efectos de la crisis, Grecia podría desestabilizar la zona euro administrada por el radicalismo de izquierdas y el Reino Unido debilita las instituciones comunitarias con su timidez europeísta. Son demasiadas las incógnitas que nos plantea la ecuación y diversas las combinaciones que pueden resolverla.

Tampoco nos tranquilizan las noticias que llegan de medio mundo. La guerra civil que enfrenta a los musulmanes, desencadenada en buena parte por los yihadistas suníes más integristas y totalitarios, aquellos que pretenden retrotraer el Islam a los tiempos del Siglo XII, se extiende ya por Asia Central, Oriente Próximo y  Oriente Medio, el Magreb, la Franja del Shagel, el Cuerno de África y los territorios occidentales del Continente africano. De vez en cuando trasladan su ofensiva criminal al patio de nuestra propia casa, convirtiéndolo en un frente colateral del conflicto. Agarrados a nuestros valores democráticos, en Occidente contemplamos el genocidio sin que se nos altere el pulso, incapaces de unirnos para neutralizar a los barbaros que aniquilan las civilizaciones que encuentran a su paso.

Llegados hasta aquí, bueno será que descendamos del globo y caminemos por el solar patrio. Apasionante el paisaje que nos aguarda en el camino. Volveremos a encontrarnos con esa pareja de ilusionistas provincianos que se disputan la futura gobernabilidad de lo que sería un estado fallido por inviable, aunque en esa pelea de gallos vayan perdiendo las plumas de una colectividad abandonada a su suerte. Más y Junqueras siguen a lo suyo, ajenos al colapso social que están provocando en su querida Cataluña. Sacarán las urnas a la calle cuatro meses después  de unas elecciones locales y autonómicas que renovarán, en el más amplio y contundente de los sentidos, alcaldías y gobiernos regionales. Dejo para el final los presuntos comicios generales  de noviembre, y digo presuntos porque Rajoy podría aplazarlos un par de meses y convocarlos en los primeros días del año que viene, que para los chinos será Año del Mono.

En cualquier caso según opinan los adivinos, la noria política girará y los que ahora están arriba quedarán en el medio o abajo. Aunque yo confíe en el buen sentido de los electores, incluso de aquellos a los que la crisis arruinó la existencia, es probable que se vote un parlamento multipartidista y padezcamos después una larga temporada de inestabilidad gubernamental. Dicho lo cual, voy a pedir a la  tendera china de mi barrio que me permita celebrar con su familia el Año de la Cabra y espantar con todos ellos los malos augurios que flotan en el aire.