EL ÁNGEL DE LA HISTORIA
Aunque MR y todos sus ministros que fueron preguntados aseguraron por activa y por pasiva que las pensiones eran un objeto intocable en los planteamientos del Gobierno, como era de esperar las promesas están para incumplirlas. Ante una sociedad más asustada que indignada, se ha concretado un nuevo recorte ―que no será el último― al no actualizarse las pensiones de acuerdo con el incremento del IPC. La razón es que no hay dinero suficiente para afrontar el compromiso adquirido. Sin embargo si hay dinero (o se pide, con el consiguiente incremento de la deuda) para destinarlo a la Banca, para que equilibre sus balances y se desprenda de miles de trabajadores con indemnizaciones irrisorias. Podrá pensarse que los dirigentes del PP juegan con fuego, al incidir sobre un colectivo políticamente tan importante como los pensionistas. Sin embargo, el peligro es relativo: se han superado las citas electorales autonómicas y la mayoría de sus votantes muestran una fidelidad a prueba de ajustes, lo que nos indica que el «atado y bien atado» del franquismo no es una frase más, sino la constatación del ADN de una parte considerable de la sociedad española.
Que nadie se asombre. Una vez abierta la brecha, vendrán la ampliación del periodo de cotización a sumarse al incremento de la edad de jubilación y la implantación de la privatización del sistema. Es lo que se está haciendo con la Sanidad y se llevará a cabo sin titubeos, con independencia del rechazo de la población, como asegura el Consejero de Sanidad de Madrid, Javier Fernández-Lasquetty («No hay negociación posible»). Por si había alguna duda, la privatización de la Sanidad, las ayudas a la Banca, el Decreto-maquillaje sobre los desahucios, la retirada de ayudas a la Discapacidad y un largo etcétera, muestran, como siempre, que la política está al servicio de los intereses económicos. Sin embargo, estos intereses, desprovistos de cualquier freno, se han lanzado al expolio de todo aquello que consideran como botín. De las subprime se ha pasado a la deuda soberana, y todo en beneficio de los «mercados» de Wall Street, la City o Frankfurt. En el colmo del cinismo, imponen condiciones más que leoninas para intentar salir de la crisis que ellos, con su avaricia desbocada, han provocado. La respuesta de la clase política a los desmanes de los poderes económicos es aplicar, como disciplinado amanuense ―al menos en Europa―, unas medidas que eufemísticamente se les llaman «recortes», cuando en realidad son «hachazos» contra lo que hasta ahora se ha conocido como «Estado de bienestar». Se insiste en asegurar que son las únicas posibles y que la superación de la crisis está a la vuelta del la esquina. No obstante, desde organismos como la OCDE, se recomienda que se siga por la senda del sacrificio, con reducción de salarios incluida y mayor flexibilidad en un mercado de trabajo donde el único verbo que se conjuga es «despedir».
Carente del apoyo de una clase política traspasada hasta el tuétano por la corrupción, ante las agresiones, cada vez más sangrantes, de los intereses económicos, la ciudadanía se mueve entre la angustia y el desamparo de una situación que parece no tener remedio y como «el ángel de la historia» que le sugiriera a Walter Benjamín la contemplación del cuadro de Klee Ángelus Novus, también vuelve el rostro hacia el pasado, para ver «una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies… Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta llegar al cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso» (W.B. IX Tesis de filosofía de la historia).