Dicen que hay cuadros que son castraciones
El cuadro de Courbet “La Presa” de 1856 ha dado lugar a ciertas interpretaciones chuscas, que en su generalización deslegitiman despiadadamente a la crítica de arte. Analizar esta escena de caza a partir de un referente freudiano causa estupefacción en principio y después, tras pensarlo bien, nos da una idea de hasta dónde puede llegar la fatuidad.
Michael Fried, en su obra “El realismo de Courbet”, señala que los genitales –que por cierto no se ven- del corzo muerto están expuestos desde el punto de la vista del cazador en relación con el problema de la castración. Este autor parte de la base, en su audaz, también tonta, concepción estética, que la visión del ano nos hace ser conscientes de su existencia, sin lo cual lo pintado carece de sentido.
En resumen, un cazador pasivo y en descanso, un guardián de perros activo y tocando un instrumento musical –no piensen además otra cosa-, un corzo muerto enseñando el recto –bastante desgracia tiene con ello-, nos llevan a imaginar que este lienzo es la transferencia visual de una emasculación para todo el que mira. Y, por si fuera poco, los canes se relamen oliendo las fragancias de la fiesta gastronómica que les espera.
El propio Courbet lo dejó muy claro a la posteridad al escribir que “la imaginación en el arte consiste en saber cómo encontrar la más completa expresión de un objeto existente o en crear el objeto mismo”.
Por último, Roger Kimball nos da el colofón más certero: “a los críticos les encanta el sonido de sus propias palabras, presuntamente hábiles en su empleo. Por eso no es sorprendente que en el arte se acumule tanta verborrea”. Bacon va más lejos y le dice a Burroughs en 1992: “no sé si los críticos literarios son tan idiotas como los críticos de arte, porque éstos son los más idiotas del mundo. Para empezar, no saben absolutamente un pijo. No tienen instinto, sólo teorías”.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Intdernacional Y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)