DEMOCRACIA Y LIBERTAD
Ese es el nombre escogido por Artur Mas, el sorprendente líder catalán, para proseguir con el proceso de desconexión con España, tras el comprobado agotamiento de su partido Convergencia Democrática de Cataluña (CDC). En principio, nada que objetar salvo que añadir «Llibertat» a » Democràcia» nos parece pura tautología, pues la existencia de la primera va de suyo que garantice la segunda. La «Democracia», con aditamentos («Orgánica») la hemos conocido durante bastantes años en España y no venía inspirada por la Atenas de Pericles sino que emanaba de los atributos sexuales del invicto caudillo, del que el extravagante escritor falangista, Ernesto Jiménez Caballero, señalaba que «Es su falo incomparable. Hijo del Todopoderoso» (Manuel Barrios: Crónica de una traición).
El clima de tensión instalado en Europa tras el 13-N ha relegado el problema catalán a un puesto de menor importancia dentro de la actualidad y el consumo massmediático, pero su gravedad sigue intacta, alimentada por el empeño que pone el gobierno del Estado en tomar (o dejar de tomar) decisiones que pueden servir a sus inminentes intereses electorales. En cualquier caso los protagonistas principales no parecen avanzar hacia un principio de acuerdo que sirva para elegir a quien ha de llevar al pueblo de Cataluña a la tierra prometida de una nueva república y, además, se ocupe de solucionar los problemas de intendencia cotidiana, que no son pequeños y muchos. JxS mantiene la presidencia de Artur Mas como línea roja infranqueable, aunque admite que pueda quedar escoltado por tres vicepresidentes con amplias competencias. Es la alternativa de la propuesta de «presidencia coral» que planteaba la CUP. Los antisistema mantienen el NO rotundo a Mas, pero esta postura será sometida a debate puede ser revisada, con lo que se desbloquearía la elección de president de la Generalitat y, en consecuencia, el proceso de desconexión con España debería ponerse en marcha en cumplimiento del mandato aprobado en el Parlament. Otra cosa bien distinta es que llegue a concretarse y se aplace toda iniciativa rupturista a la espera de los resultados del 20-D y el gobierno resultante de las urnas. Una cita electoral a la que acudirá Democràcia i Llibertat a pesar de su proclamada decisión de no obedecer leyes emanadas de España y de no acatar las decisiones del Tribunal Constitucional.
Artur Mas ha justificado la puesta en marcha de DiLl por las necesidades que impone un tiempo nuevo. Y bajo este nuevo paraguas quiere que se cobijen desde conservadores hasta socialdemócratas, con la única exigencia de que sean independentistas. Otras versiones apuntan a que su partido está carcomido por las supuestas corruptelas del pujolismo y necesita un cambio de imagen. Sin embargo, un simple lavado de cara tal vez no sea suficiente para ocultar tanto despropósito financiero y justificar tanto entusiasmo en recortes sociales.
A estas alturas lo que sí parece claro es que Mas es un nihilista incansable: paso a paso y con una tozudez digna de mejor causa ha conducido a su partido a un proceso menguante insoportable, hasta verse en la necesidad de cambiarle el nombre, con la excusa de los «nuevos tiempos»; ha dejado tirado en el camino a su socio de coalición, Unió, y sus aspiraciones independentistas han paralizado la gestión del gobierno catalán hasta colocar algunos sectores al borde del colapso, especialmente los servicios públicos. Su insistencia en ser la figura protagonista del proceso de desconexión con España puede provocar la ruptura de la CUP, que ya da muestras de división interna entre los partidarios de apoyarle para continuar por la senda independentista y los que consideran que con este individuo no se debe ir a ninguna parte, aun a riesgo de volver a convocar elecciones. En cuanto a ER, su socio de coalición, debe andarse con ojo, pues en la idea de Artur Mas está morder en un amplio sector del electorado que tan solo encontraría su límite en los antisistema de la CUP. En varias ocasiones se ha anticipado la muerte política del personaje, pero la realidad, hasta ahora, lo ha desmentido. Mas parece imbuido por la sagrada misión de alcanzar, por fin, el paraíso de la independencia de Cataluña. Pero como los sueños no suelen cumplirse lo más probable es que obtenga el infierno, que nos carbonizará a todos.
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