Déjense de coñas sobre el arte. Yo no he sido
Algunos especialistas y psicoanalistas se han empeñado en considerar a la creación, en cierto sentido metafórico (¿), como causa de muerte. Para unos se trata de matar simbólicamente a muertos; para otros, a vivos. Por eso no es extraño que responda a la lógica de ese argumento que uno de los mayores obstáculos para la creación sea el sentimiento de culpa. Culpa por tener que matar, claro. Y de lo cual no quiero que se me impute nada de nada porque yo no lo he dicho.
ora bien, dentro de este hurgar hasta un supuesto fondo del asunto para adornar la confusión y entonar el exorcismo, resulta, en otro orden doctrinal, que crear es reparar el objeto amado, que estaba destruido y perdido – ¡Y tanto que lo estaba! -. Es decir, restaurarlo como el objeto simbólico, simbolizante y simbolizado. Con lo que, al recomponerlo, uno también se recompone a sí mismo de la pérdida, del duelo, de la pena (Mélanie Klein).
Por consiguiente, se mata para después arreglar, recuperar y restituir, lo que en cierta manera nos aleja más y más de la comprensión de la naturaleza del arte, aunque se diga que el crear es un rearme –no se lo imaginen de otra forma, por favor-para poder ser.
Sin embargo, ¿no es más sencillo declarar que el arte es la capacidad de transformar la vivencia interior en algo exterior, la realidad subjetiva en una realidad objetiva (la obra de arte). Y si como consecuencia la obra, que nació de las fantasías del autor, llega a liberarse porque se liga a condiciones históricas, socioeconómicas y políticas, ¿qué es lo que sobredeterminan su génesis y modos de su circulación?
En definitiva, y como conclusión, las más grandes creaciones artísticas son las que consisten en innovar en cuanto al material o respecto a la instauración de códigos o lenguajes.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)