¿De qué soluciones están hablando?

Es concebible que en el campo del arte se haya dado lugar a constante elucubraciones y especulaciones, extrapolaciones, teorías y analogías, pero afirmar que ha de contribuir con soluciones nuevas –ahora está de moda conceptuarlo así- para cuestiones que los antecesores habían dejado en suspenso o no se habían querido o podido resolver, es una audacia considerable.

Porque tal deducción no deja de establecer el apriorismo de una práctica artística basada en únicamente en la búsqueda de soluciones a problemas hasta ahora y entonces irresueltos. Sí que es cierto que hay un propósito o meta y una conducta en lo tocante a su realización, pero sin que de ello pueda derivarse que el ser del arte sea una problematización cuando ni siquiera se tiene en claro cuál es el auténtico problema.

Pues el arte, en primer y último lugar, es creación, innovación, invención, por parte de unos creadores de hoy y de todos los tiempos, a los que les corresponde, como apunta Gillo Dorfles, el idear e imponer las buenas formas al público.

Por lo que pensar que se dejen cuestiones en suspenso no parece ser una opción que esté en la mente del artista, que lo que se propone como un producto de arte es una realidad fija y arbitraria –en la que sí hay preguntas y respuestas-, una realidad deformada por un individuo que está en la posesión de la aptitud, actitud y deseo de expresar su propia visión del mundo en ese momento determinado, de acuerdo con ideas y opiniones pensadas como funciones existenciales del sujeto, ya que es la constitución de su vida su causa.

O estimar, por otro lado, que son cuestiones que no se han querido o podido resolver es ignorar lo que señalaba Leonel Venturi respecto a la validez por sí misma de la obra de arte, cuyo creador dicta unas leyes a las que el mismo ni siquiera se somete.

Claro que, atendiendo a las observaciones de otras corrientes, la misma no puede entenderse como sola o aislada, pues para comprender su personalidad original hay que penetrar en la peculiar visión del mundo que nos muestra y dibujar también el mapa de sus circunstancias, así como la órbita histórica íntegra a la que pertenece y desvinculada de la cual no sería posible explicarla.

Lo que nos lleva, en definitiva, a descartar esa concepción mecanicista de problemas y soluciones, que no esclarece ni engloba, solamente reduce, una realidad individual, rebelde al concepto, que está ahí y que exige el reconocimiento de su peculiaridad íntima.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)