DE LA PANA DE FELIPE A LA COLETA DE PABLO

Un fenómeno mediático-político ─Pablo Iglesias y su partido PODEMOS─ recorre y ocupa las pantallas de televisión y las portadas de los periódicos, impresos o digitales. En pocos meses un movimiento popular nacido al socaire de las protestas masivas contra la crisis y sus duras consecuencias ha logrado encaramarse a una atalaya desde donde contempla un futuro electoral casi arrollador. Las pasadas elecciones europeas han confirmado que el sueño justiciero de muchos indignados puede engendrar una criatura política que está provocando la esperanza de muchos humillados y el temor de no pocos que se espantan ante la posibilidad de un futuro con interrogantes impredecibles.

Los primeros pasos conocidos de PODEMOS han suscitado descalificaciones de «ultraizquierdistas», «chavistas», «proetarras» y algunas etiquetas más o menos llamativas. Con un hábil manejo de los medios de comunicación y las posibilidades interactivas que proporcionan Internet y sus redes sociales, Pablo Iglesias y su grupo más afín han puesto en marcha una nueva forma de hacer política (la ciberpolítica), al tiempo que han modulado y moderado sus mensajes: no dejan de emplear el «¡indignados de España, uníos!»─remedo de la frase final de El Manifiesto Comunista─  y contentar los oídos de los agraviados pero, con un planteamiento cada vez más lábil, tratan de buscar la «centralidad» para conseguir el confesado objetivo del poder. Llegados a este punto, Iglesias y su grupo, al parecer, pretenden repetir la experiencia de PSOE para convertirse en partido gobernante.

Felipe González logró el puesto de Secretario General del PSOE durante la agonía del franquismo (1974), tras derrotar a una vieja guardia socialista que se había entretenido en unas poco edificantes rencillas internas, sin hacer nada práctico contra la dictadura. González y su grupo de amigos lucían juventud y traje de pana y la ventaja de ser una alternativa aceptable ─habían renunciado al marxismo en 1979─ a un partido político (la UCD) que decidió suicidarse, tras «asesinar» políticamente a Adolfo Suárez, su creador. Al PCE, que había sido la única fuerza política que mantuvo el tono de la lucha contra el franquismo, la ciudadanía le dio de lado, sin muchas contemplaciones y pocas gracias. De esta forma, el PSOE, encabezado por Felipe González, se presentó como la única solución posible y los electores le concedieron la mayoría absoluta para gobernar, desde el 82 al 96. Y todo parece apuntar que esta es la jugada que quiere repetir PODEMOS.

Los terribles efectos de la crisis económica y el afloramiento de los casos de corrupción han creado un caldo de cultivo muy favorable para episodios recurrentes como el nacionalismo o el populismo. En esta corriente favorable se mueve y extrae su fuerza PODEMOS. Acabar con la Constitución (hija de una Transición denostada),desalojar a la «casta» política que está al servicio del poder económico, jubilar todo lo «viejo»… En definitiva, unos planteamientos que pueden parecer revolucionarios y radicales, pero que adolecen de una concreción creíble ─el propio Iglesias acaba de reconocer que necesitan concretar su programa político de cara a las próximas citas electorales. Las propuestas más llamativas y con más eco entre la población, como el problema de viviendas y desahucios e intervención en grandes empresas están planteadas en la actual Constitución. Propuestas como salir de la OTAN porque no es de recibo la presencia de soldados de otros países en territorio nacional es, cuando menos, una frivolidad. Sí cabe plantearse por la pertenencia a una organización que está muy alejada de sus propósitos fundacionales ─con la Guerra Fría─ y los esfuerzos deberían dirigirse a las necesidades defensivas de la Unión Europea.

Pablo Iglesias, con su telegénica coleta, y el grupo directivo de PODEMOS se han convertido, según bastantes encuestas, en el icono de referencia para llevar a cabo un cambio, sino revolucionario al menos muy profundo de una sociedad necesitada de un clavo donde asirse para no sucumbir en el pozo de la desesperanza. En un intento de abarcar el mayor espectro electoral posible, el nuevo movimiento político y su rostro más visible proclaman con absoluta rotundidad que los conceptos «izquierda » y «derecha» están superados ─al igual que el PSOE renunció al marxismo, PODEMOS extiende el certificado de defunción de la lucha de clases. Al parecer, solo hay «casta» e «indignados». Es un planteamiento antiguo con el que se pretende conciliar intereses muy diversos y va ─los intentos─ desde la doctrina social de la Iglesia, con sus encíclicas, hasta el «crepúsculo de las ideologías» del franquista Fernández de la Mora. O tal vez sea la nueva realidad creada por la sociedad digital que avanza de forma avasalladora y es algo inaprensible para los individuos nacidos en la fenecida estructura analógica y no han entendido las claves del nuevo paradigma político.

La Historia no es que se repita una vez como comedia y otra como tragedia. Se repite con insistencia; desde la Atenas de Pericles hasta el Paris del 68: siempre una élite dirigente se cree en la obligación de «salvar» a la sociedad, al pueblo, y emprende actos de diversa índole y proporciones con un solo objetivo que no es otro que alcanzar el poder. Pitágoras y Platón propugnaban el gobierno de «los mejores» ─al igual que PODEMOS. Desde la Revolución Francesa, todos los procesos revolucionarios o radicales han sido encabezados por miembros de la misma extracción social, la burguesía: desde los movimientos revolucionarios que convulsionaron Europa a partir de 1848 hasta llegar a la Comuna de París de 1871. La Revolución rusa de 1917 fue encabezada por Lenin y Trosky, que no eran unos proletarios al uso. Lo mismo puede decirse del fascismo que asoló Europa en los años 30 o de la revolución cubana. En París, los estudiantes radicalizados llamaban a la revolución a una clase trabajadora que no les secundó dado que se sentían más integrados que alienados en la sociedad que se pretendía demoler.

Ahora tal vez estemos ante el intento de un grupo radical e ilustrado, de extracción burguesa ─va de suyo ─ y nucleado en círculos universitarios (como en mayo del 68) que imbuido por una «voluntad de poder» indisimulada pretende alcanzar su meta basándose en lo ya practicado por el PSOE. Son muchas las esperanzas y temores suscitados, como la vía abierta en 1982, cerrada con muchas más luces que sombras. Ante este nuevo reto, si llega a tomar cuerpo, cabe esperar que no se cumpla el aserto de Max Aub: «En España un movimiento organizador, revolucionario, no lo ha habido nunca; tenemos cierta habilidad para conspirar, pero nuestros planes consisten pura y sencillamente en deshacer lo que hizo el antecesor» (M.A.: Campo cerrado)

.