De la obra, del artista y del arte se ha hablado casi todos los días y muchas noches

Se ha dicho que el artista de calidad revela una sensibilidad inédita, una capacidad de imaginar no corriente y una potencia peculiar para expresarse.

También se ha afirmado que lo indefinido, ambiguo e ininteligible son las características determinantes del arte.

También se ha manifestado que el valor y el significado de una creación artística no se basan en su objetivo ideal, sino en la manera en que éste se hace realidad.

También se ha declarado que lo esencial y especial de una obra no radica en la visión del mundo que trata de formular el artista, sino en la configuración artística que ésta adquiere tras el proceso creativo.

También se ha señalado que la obra de arte refleja una relación dialéctica entre lo objetivo y lo subjetivo hasta generar una unidad configurativa.

También se ha considerado que la habilidad artesanal, la conciencia de la forma, el sentido para la naturaleza y un ánimo incólume son condiciones suficientes (Goethe/Meyer).

También se ha convenido que la dialéctica del proceso creativo impone como premisa un desafío intelectual y configurativo.

También se ha escrito que el arte es siempre un acto de confianza fundado en un esquema anímico de esperanza.

Estamos, pues, ante léxicos, conceptos y definiciones similares que, exhaustos, nos conduce a interrogar a Nietzsche, el cual, ya en su día, nos advertía de que “una singular ofuscación del juicio, un mal disimulado afán de regocijo, de distracción a cualquier precio, de consideraciones eruditas, de aires de importancia y de la teatralidad en relación con la seriedad del arte por parte de los actores, de un brutal afán de lucro por parte de los empresarios, de la vaciedad e irreflexión [….], todo este punto constituye el sofocante y pernicioso aire de nuestra situación actual”.

Y para remate, Schiller, también entonces, juzgaba que “en esta balanza no tiene ningún peso el mérito espiritual del arte, que, despojado de todo estímulo, desaparece ante el ruidoso mercado del siglo”. No fue felizmente así, pero desde ese momento siempre se ha profetizado su extinción y en algún instante puede que esté a punto de ocurrir, aunque yo ya habré muerto sin mensaje ni parsimonia.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)