DE LA CAL VIVA AL LIBRO DE BALONCESTO

En pocos días el líder de PODEMOS ha pasado de recordar crímenes (debate de investidura fallido) cometidos por organizaciones (los GAL) conectadas con los servicios de seguridad del Estado durante el mandato de Felipe González a ser portador de un amable regalo (un libro sobre baloncesto) para el actual secretario general del PSOE. Hay que rebuscar mucho entre la clase política española para encontrar un personaje que supere en habilidad y manejo antes los medios de comunicación a Pablo Iglesias.

Desde sus primeros pasos los dirigentes «morados» entendieron que estamos en la sociedad de la imagen, de los gestos, de las redes sociales y de ahí la necesidad imperiosa de encarnar el protagonismo mediático: desde la vestimenta hasta las denuncias de hechos sangrantes con promesas de soluciones más fáciles de decir que de llevar a la práctica. Las negociaciones? para formar Gobierno han proyectado una imagen de cierto cerrazón del PP y PODEMOS que ambos quieren evitar, para no aparecer como los responsables últimos de que se repitan las elecciones. La nueva comparecencia de Pablo Iglesias ante los medios de comunicación para explicar su entrevista con Pedro Sánchez ha ofrecido un perfil mucho más dialogante, donde las líneas rojas parecen haber desaparecido, incluido el referéndum sobre Cataluña, o la exclusión sin contemplaciones de CIUDADANOS. En un espectacular volantazo, Iglesias ha decidido renunciar a la vicepresidencia del Gobierno para superar cualquier rechazo o reticencia entre los dirigentes socialistas. En definitiva, la mejor de las disposiciones para el diálogo de cara a la formación de un gobierno «a la valenciana», con las denominadas fuerzas de progreso.

Puede que el horizonte para la formación de un nuevo ejecutivo aparezca más despejado pero no será coser y cantar. Pedro Sánchez mantiene la idea del gobierno transversal («parlamentario» lo llama ahora) en el que deben participar o apoyar las formaciones con mayor número de diputados, con la exclusión innegociable del Partido Popular. Y CIUDADANOS y PODEMOS persisten en sus vetos aunque en esta nueva hora estén dispuestos a hablar, pero para pedirse la abstención o el apoyo desinteresado (todo un milagro).

Todos los protagonistas de este melodrama de calidad más bien escasa y que, al parecer, a la ciudadanía se la trae al pairo (encuesta del CIS), aseguran que no son partidarios de que se repitan las elecciones, pero, a la vista está, que las palabras no se corresponden con los hechos: el PP y su líder, en un caso poco frecuente dentro de la política, no han movido ni un dedo para negociar la formación de un Gobierno, por ser la formación más votada (pero no la que ha ganado las elecciones); el PSOE se mueve entre la zozobra de un derrumbe electoral que no ha logrado entender y del que hace culpable a su secretario general (que la mayoría de los «barones» quiere defenestrar),  y la posibilidad de convertir la catástrofe en un éxito inesperado, que incluya la presidencia del Gobierno; PODEMOS, tras laminar a IU, se siente en disposición de hacer lo mismo con los socialistas y convertirse en el principal referente de la izquierda, pero para logarlo tendrán que superar las crisis internas (enfrentamiento Iglesias-Errejón) y será difícil que lo logren si apoyan o forman parte de un Ejecutivo que, promesas y buenas intenciones a parte, se verá obligado a tomar decisiones poco «vendibles», como el control del déficit y los correspondientes ajustes o la solución del problema catalán. CIUDADANOS, por su parte, viene jugando el papel de la moderación, la centralidad y la sensatez desde la equidistancia. Una postura que esperan que les sea rentable, pero que se puede volver en su contra si en una nueva cita electoral los votantes se inclinan por los extremos.

Tras cien días perdidos, el tiempo empieza a apremiar. Hay margen para alcanzar acuerdos, pero ciertas posiciones dogmáticas no ceden fácilmente. Y sobre todo, como apuntan la mayoría de las encuestas, los resultados de unas nuevas elecciones variarían en muy poco el mapa político actual, con lo que tendríamos gobierno en funciones hasta la defunción (política) de los actuales dirigentes.