CUBA-USA: UN PASO NECESARIO

Sin duda. Pero no es suficiente para que las relaciones entre los dos países sean plenas, al quedar todavía pendiente la eliminación de las leyes que dan forma al bloqueo económico. No obstante, el anuncio del establecimiento de relaciones diplomáticas es una puerta abierta, ya difícil de cerrar, por la que se van a incrementar los intercambios comerciales y personales, y supondrán una gran inyección en la economía cubana.

Acontecimiento histórico, fin de la Guerra Fría en América, portada en todos los medios de comunicación, decisiva mediación del papa Francisco, ejercicio de sensatez y habilidad de Obama y un largo etc. para designar un acontecimiento que transforma el tablero geopolítico del continente americano. La realidad es que se pone fin a una decisión tomada en 1961 como respuesta de una superpotencia contra el desafío persistente y rocoso de un movimiento político que, al principio, se había visto con simpatía ―al acabar militarmente con la dictadura del general Batista―, pero que, en una transformación meteórica, se pasó al campo comunista, convirtiéndose en «base enemiga» situada entre las mismas piernas de Estados Unidos. Fracasó la presión militar, con la invasión de Bahía Cochinos en abril de 1961, y sólo el peligro de una guerra nuclear impidió que la URSS instalara misiles atómicos en Cuba («Crisis de los cohetes» de octubre de 1962). No obstante, USA disponía de armas nucleares en la frontera turco-rusa. Lo curioso es que el Partido Comunista Cubano, en su forma actual, no fue creado hasta el 1 de octubre de 1965. El PC histórico fue fundado en 1925 y no participó en la Revolución, ni mostró entusiasmo alguno. Tras probar con varias organizaciones («26 de Julio», ORI, PURS) se llegó a la fusión con la vieja guardia comunista y los antiguos jefes guerrilleros para alumbrar el nuevo PCC.

La decisión tomada por Obama y Raúl Castro tiene otra consecuencia añadida: la de dejar al régimen bolivariano de Venezuela sin complemento ideológico, precisamente en las duras horas por las que atraviesa su economía, a la que a los desaciertos propios se ha sumado la especulación del precio del petróleo, que amenaza con estar bajo el tiempo suficiente para perjudicar de forma muy seria a la economía rusa y a la venezolana, entre otros «díscolos».

También se especula con el anuncio del final del castrismo y de la Revolución Cubana, iniciada con la entrada triunfal de las tropas guerrilleras en 8 de enero de 1959 en La Habana. Que en Cuba soplan vientos de cambio, se pudo comprobar con el relevo de Fidel Castro por su hermano Raúl, en julio del 2006. La dirección «familiar» proseguirá hasta el agotamiento, pero ha cambiado la iconografía: como dato significativo, el anuncio de Raúl ha tenido como fondo las imágenes de los héroes nacionales, Martí, Gómez y Maceo. Ni el Che Guevara, ni Marx, ni Lenin. La Revolución Cubana ―o al menos su esencia revolucionaria― agotó su recorrido en 1965, cuando Fidel «mandó parar», lo que se denominó como «El debate cubano», una serie de discusiones sobre el futuro de la economía socialista protagonizadas, entre otros, por el Che Guevara (ministro de Industria) y el comandante Alberto Mora (ministro de Comercio Exterior): Guevara apostaba por la centralización económica y que la desaparición de la Ley del Valor (relación entre recursos y necesidades) diera paso al intercambio de productos entre empresas sin que constituyera un acto mercantil, con la primacía de los estímulos morales sobre los materiales. tras esta propuesta estaba la idea de «El hombre nuevo» que alumbraría la vía cubana al socialismo. Por contra, Alberto Mora apostaba por las orientaciones de la Academia Soviética de Ciencias que se apoyaba en la pervivencia de la Ley del Valor, la autonomía de las empresas, el control de los resultados económicos y el mantenimiento de los estímulos materiales hasta la construcción del «socialismo». El pragmatismo se impuso a las discusiones teóricas y Cuba abrazó el modelo de capitalismo burocratizado imperante en la URSS, bajo el control y beneficio del Partido Comunista y los cuadros destacados de las Fuerzas Armadas. Con la llegada de Raúl Castro a la máxima dirección se ha producido una tibia apertura hacia las iniciativas individuales, que favorecen la economía. Lo que parece pretenderse es que el sistema cubano se encamine hacia una salida similar a la china o vietnamita, con una economía abierta, gran importancia del sector público, y un control político  determinante del Partido Comunista, que ponga a salvo al régimen de la contingencia «familiar».

En Estados Unidos, los republicanos han puesto el grito en el cielo, pues piden apertura democrática y respeto a los derechos humanos, como condición inexcusable para eliminar de forma efectiva el bloqueo ―No sería ocioso que empezaran por respetar los derechos de sus propias minorías. Una exigencia loable que debería extenderse también a países como China o las monarquías del Golfo Pérsico. O pedir que el protegido Israel cumpla con alguna de las resoluciones de la ONU. Claro está, no a todos se les puede poner el mismo listón de exigencias cuando los intereses propios resultarían perjudicados. El futuro está por escribir, pero el pueblo cubano ha demostrado a lo largo de su historia capacidad para superar retos difíciles. De la dictadura de Batista salió con una «guerra revolucionaria»; del «castrismo» es de esperar que salga sin que se repitan los enfrentamientos del pasado.