Creo que voy por mal camino

Ya casi es una reflexión muy manida lo de que el verdadero artista se halla como ningún otro hombre íntimamente ligado a su época y a su ambiente desde el punto de vista sentimental y mental (Frank Arnau).

Y quizás sea cierto  desde una óptica existencial, con distintos entornos, problemas, esperanzas, utopías, decepciones y satisfacciones, pero desde el ámbito del arte hoy más que nunca hay una confusión de lo primitivo con lo civilizado, de la fantasía con la razón, de la experiencia con el presagio, que engendra diferentes manifestaciones en todas las categorías estéticas.

Incluso algún sabiondo como Kosuth llega a pontificar con lo de que las obras de arte que intentan decirnos algo acerca del mundo están condenadas al fracaso. O también pasa que el propio artista, desorientado por el discurso de la innovación acelerada que se le exige, pierda pie y acabe por no creer en nada, con lo que el arte se convierte cada vez más en una simple actividad de juego llevada hasta la irrisión.

Cierto es que la percepción de una obra de arte depende de la época y del contexto en que se realizó, pero eso no impide su proyección conciliando la estela del pasado con el presente y aun con el futuro, en una deliberación respecto a su influencia visiva e intelectual sobre lo que significa en la dinámica de una cultura que obligatoriamente la necesita como un elemento conductor del conocimiento que a sí mismo se reconoce y ofrece su validez y consolidación.

Por lo que no es cuestión de ir de pretexto en pretexto con la alusión a mitos, historicismos, regresiones, involuciones o retrocesos, o ampararse en que el hacer creador está sometido a la prédica institucionalizada o de mercado  -fíjense, esto es lo que está de moda-. Hasta algunos han certificado la muerte del arte a partir del siglo XX, eso sin haber tenido el detalle de escenificarle una memorable extremaunción. Lo del epitafio corresponde a otro departamento.

Sin embargo, el arte se sigue manteniendo constantemente presente porque, de una u otra forma, queda por aparecer lo aún desconocido, lo aún no acontecido, lo aún no visto, el rostro cambiante todavía no desvelado del mundo entero, puesto que no hay nada que se pueda saber de antemano.

Pues si bien Platón ya expuso que cualquier arte que no tenga visión de su propio fin se convertirá en mera rutina y degenerará, éste no parece llegarle por estar en continua transmigración de alma y de obra en obra.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)