CONVERSACIONES EN LA CATEDRAL Por Teófilo Ruiz
Casi piadosa resulta la imagen del presidente del Gobierno y la canciller alemana asomando sus cabezas junto a la del apóstol Santiago, el navegante que llegó a las costas gallegas en una balsa de piedra construida, a buen seguro, por carpinteros de rivera motivados por inspiración divina para usar tan raro material en navegación de la época.
En estas conversaciones mantenidas a la sombra de la catedral compostelana MR y Merkel, además de prometerse amistad eterna, han procedido en primer lugar a buscar un puesto de brillo para el ministro de Economía Luis de Guindos, que unirá a su amplio cv de servidor de la banca internacional un puesto tan llamativo como el de presidente del Eurogrupo, sin verse obligado a renunciar a su puesto en el Ejecutivo español, librando a su patrocinador de realizar un ajuste de gobierno, a lo que es radicalmente alérgico. Del desaparecido Arias Cañete, ni mención.
El nombramiento de De Guindos al frente del Eurogrupo ─una promesa de Merkel a las puertas de la catedral, va a misa─ tiene un precio: el apoyo por parte del gobierno de España a la austeridad y las reformas estructurales del mercado laboral tan queridas por el Bundesbank y defendidas por la canciller con entusiasmo de portaestandarte. Y es que la orientación seguida hasta ahora con disciplina prusiana empieza a ser contestada (¡oh sorpresa!) por el presidente del Banco Central Europeo, el poco sospechoso de izquierdista Mario Draghi.
Los mercados europeos se han frotado las manos de gusto ante el avance de nuevos estímulos insinuados por el responsable del BCE ante una economía, la de la Eurozona, que lleva camino del estancamiento y la deflación, sin crédito a las pequeñas y medianas empresas, sin consumo interno y con las exportaciones a la baja. La necesidad de nuevos incentivos y una mayor ambición en los planes de inversión, tropiezan con la oposición del gobierno alemán, partidario a ultranza de la austeridad. El pulso, en cualquier caso, parece desequilibrado pues aunque la capacidad de maniobra del presidente del BCE no es pequeña, la influencia de Merkel ha sido hasta ahora decisiva. Y junto al apoyo de MR cuenta también con el del gobierno francés que tras un tira y afloja, con grave división interna, se ha decantado por dar la cartera de economía a Emmanuel Macron, un exejecutivo de la Banca Rothschild. Hollande ha optado por reajustar en servicios sociales y rebajar cargas a las empresas, con el compromiso (no demasiado estricto) de crear puestos de trabajo para aminorar una tasa de paro que sigue creciendo.
Sostenía Thomas Mann, después de ver los horrores de la Primera Guerra Mundial a los que tanto había contribuido el espíritu prusiano dominante en aquella época, que prefería una Alemania europea antes que una Europa alemana. Y en esas estamos; en ver sobre que platillo de la balanza se decanta la primera economía de la UE para hacer frente a la crisis que estalló en 2008 y cada vez se parece más a un laberinto del que es muy difícil encontrar la salida. En 2002 el canciller Gerhard Schröder puso en marcha la llamada Agenda 2010, todo un terremoto en el mercado de trabajo y las relaciones laborales. Para poner coto al paro creciente se facilitó la contratación a tiempo parcial y aparecieron los minijobs. La consecuencia inmediata fue el aumento de la competitividad de las empresas, el crecimiento de las exportaciones y el descenso de los desempleados. Sin embargo, la realidad es un paro disfrazado con la excusa de que «eso es mejor que nada», miles de jubilados que tienen que seguir trabajando para completar una pensión digna y un horizonte para los subempleados de los minijobs (convertidos en permanentes) que puede ser algo más que negro. Y para mayor abundamiento, la «locomotora alemana» prácticamente se ha quedado parada, con crecimiento cero, prueba de que el «modelo» se ha agotado o pasa por muy serios problemas.
La próxima cita de los mandatarios europeos, prologada por el encuentro de Compostela, tiene como tarea algo más que el reparto de cargos bien remunerados. Se trata de encontrar la salida a una situación que conduce al estancamiento, por mucho fuego de artificio que algunos gobiernos, como el español, empleen para disimular ese ébola social en que se ha convertido el paro. Salvo que el Apóstol haya transmutado su ímpetu de salvador de España en su equivalente europeo, la canciller Merkel seguirá por su propio camino que todo apunta a que conduce no al Pórtico de la Gloria, sino al de la recesión.