Confesiones del arte desde la cama del hospital
El arte, desde la cama del hospital donde ha sido ingresado por estar infectado por la peste, ha empezado a desvariar y despotricar contra las obras y los artistas para los cuales la originalidad del mensaje cuenta más que la novedad de la búsqueda.
Así es, me confiesa, como se ha hablado de que el avance a otros imaginarios plásticos se debe a la necesidad de objetivación del ser humano (ese ver algo independizado del sujeto en la obra de arte).
Mas eso hasta puede encajarse con lo que dice Clement Greenberg de que las artes plásticas deberían restringirse a lo dado en la experiencia visual –mucha subjetivación veo yo de todas formas- y no hacer referencia a ningún otro orden de experiencia.
Ya, me dice el arte, esto es por el fuerte individualismo que ha diversificado las teorías contemporáneas, pues ya Brancusi, cuando se lo comentaban, imprecaba con lo de que eran meros esquemas de valor, que lo único que importaba era la acción.
Incluso hay autores que argumentan que las teorías artísticas de los europeos, en contraposición a los americanos –los demás no existen-, tienden a traducir imágenes en conceptos mentales, en una intelectualización de las sensaciones, como si estos últimos fuesen ajenos al origen de los movimientos conceptuales y minimalistas, añado yo.
André Malraux no se pudo contener cuando pregonó lo de ¡cuántas veces la relación entre las teorías y las obras han formado parte de la comedia del espíritu! Pues cada vez más.
Lo cierto y verdad es que el mundo del arte, según algunos, está obligado a replantearse y reorganizar, en un tiempo relativamente breve –eso ya lo veremos- el conjunto de su estructura simbólica e imaginaria y adecuarse a la nueva realidad cultural y social, elaborando, en definitiva, distintas estrategias –el que sea capaz de tenerlas, claro-.
En fin, para acabar con este rollo que te estoy soltando, me cuenta un arte saturado de pastillas aleatorias, me atengo a lo dicho por Wilenski respecto a que toda obra de arte original es la secreta comunicación hecha por el artista a sí mismo, tratándose de un enriquecimiento de su propia experiencia. Pues si yo como arte presento síntomas de perder la fe en mí mismo, he de intentar sorprender, chocar y asombrar como fines de sí mismos. Y entonces se durmió y se quedó tan pancho.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)