Con mirarme ya me transformas en un basilisco
El italiano Mauricio Cattelan (1960) es el artista más estrambótico del arte contemporáneo. Entre que lo importante era encontrar nuevos y transgresores objetivos de desestabilización en el mundo del arte y que desde Duchamp todo es conceptual en sí mismo, se concentró en crear utopías esquizofrénicas sobre la base de una realidad que estaba en primera plana.
Así es como concibió sus obras, entre otras, la del papa derribado por un meteorito, la de su propia cabeza caricaturizada saliendo por un agujero en el suelo, el ridículo y orante Hitler como un adolescente arrodillado, la ardilla suicida o los niños ahorcados. Para ser un fracasado, tal como él se considera, su irrupción esperpéntica, ingeniosa, cruel, vandálica, irreverente, ácrata e insólita, constituyó toda una sensación entre los chimpancés de turno dando brincos desmesurados y cagándose en los museos.
Y como su gran problema es que no tiene personalidad -miente cual bellaco- pero sí un terrible miedo a quedarse pobre, ha de explotar toda ocurrencia –ética o no ética, falsa o verdadera, original o plagiada, virgen o penetrada y así sucesivamente- que le genere unos ingresos tan millonarios como para mear encima del culo de dios.
Por ahora lo ha conseguido, además con la invención y la agudeza propias de un cerebro de artista, mas teme que le llegue un día la ruina y con ella la pérdida de sus testículos envasados a los que se haya visto obligado a poner a la venta. Pues vale, si los pusiese a buen precio, quizás los comprase.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)