Con los recortes que nos vienen imponiendo se pueden hacer magníficos collages
Según Clement Greenberg, el collage fue un factor crítico en la evolución del cubismo y, por tanto, en la evolución del arte moderno del siglo XX. Empezó a finales de 1911, cuando Picasso pegó con cola un trozo de hule que imitaba unas cañas sobre una pintura en lienzo. Después surgieron montajes esculturales a base de papeles plegados, hojalata y madera.
Incluso Enrico Prampolini, a partir de 1914, aumentó el catálogo de materiales susceptibles de ser utilizados en collage a todos aquellos de que pueda disponerse, incorporando tejidos y sustancias químicas. Y al final casi todos los grupos de vanguardia utilizaron esta técnica dándole todo tipo de combinaciones arbitrarias, llegándose hasta la agregación escultórica de elementos diversos llamada assemblage, producto de una aplicación tridimensional.
Con tales antecedentes, se podría actualmente crear collages en este país como un muestrario de los horrores de la España recortada a base de confeccionar y pegar miembros mal arrancados, tumores no extirpados, órganos destripados, pupitres enanos, maniquíes en lugar de profesores, cadáveres trabajando por no haber cumplido la edad de jubilación, material escolar en chino importado de China, libros en blanco, pinturas de museos para utilizarlas como señales en cementerios, o flácidos penes de suicidas desahuciados. Serían el espejo de nuestro tiempo y sociedad.
Lo más arriesgado sería que fuesen la incubación de un nuevo atlas y paradigma cultural: la de que morirnos en la soledad callada de un colector hecho collage se convirtiera en nuestra mayor esperanza. Y en el mayor éxito del arte contemporáneo. ¿Saldríamos así de la crisis?
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)