CIBERTONTO Por Teófilo Ruiz
Se trata del correspondiente digital del analógico «tonto útil», expresión atribuida por numerosas fuentes a Lenin, al referirse a los intelectuales occidentales que visitaban la nueva Rusia y quedaban deslumbrados por los logros de la dirección bolchevique y que los aireaban en sus países de procedencia como el ejemplo a seguir de cara a un futuro mejor. Pero en realidad esta expresión se remonta a la noche de los tiempos: Esaú vendió sus derechos de progenitura en favor de Jacob por un plato de lentejas, favoreciendo los designios de Yavé que le anticipó a Rebeca, la madre de ambos, que prefería a Jacob para sus planes con el pueblo elegido (Génesis 25-28).
Tras el debate electoral del 7D, prologado por A. García Ferreras (en la versión más histriónica de José Mota) como un hito de la democracia y casi un antes y un después en la historia de España, podemos identificar la figura del «cibertonto», encarnada por el secretario general de PODEMOS.
Dejando a un lado el espectáculo montado por la cadena emisora, con un despliegue bordeando la capacidad de asimilación y aguante del telespectador, el pretendido hito democrático dejó «fuera de concurso» a dos formaciones de ámbito estatal con representación parlamentaria (IU y UPyD). Y, sobre todo, mostró la insoportable levedad de los representantes políticos, más preocupados por la imagen que por el mensaje. Según las encuestas, especialmente las de las redes sociales, el ganador fue el líder de PODEMOS. Y en efecto, demostró desenvolverse mejor ante las cámaras de televisión que en sus citas filosóficas. Sudó la camiseta, al estilo del exseleccionador nacional de futbol, J.A. Camacho, y repartió descalificaciones para todo el mundo, de forma especial al PSOE y su secretario general. En estos casos convendría no olvidar que la arrogancia está separada por una fina pared de la estulticia, que no conviene traspasar.
Consumada la operación de ninguneo a Izquierda Unida, con una actitud entre el desprecio y el insulto hacia el suplicante Alberto Garzón, Pablo Iglesias se ha marcado como objetivo fagotizar al PSOE y convertirse en la formación política referente de la izquierda. Es la condición sine qua non para poner su coleta en la Moncloa. Se trata de un propósito tan legítimo como de consecuencias prácticas indeseadas y que pueden hacerle desempeñar el papel de cibertonto a plena satisfacción de los que pretenden perpetuarse en el gobierno (y en el poder), a pesar de las agresiones sociales que han perpetrado y los casos de corrupción que los manchan.
PODEMOS y su líder han nacido con el apoyo de las redes sociales, pero no tendrían las expectativas electorales que hoy le asignan las encuestas si no hubieran disfrutado del apoyo decidido de las cadenas de televisión privadas. Una razón de peso para este apoyo está en las audiencias obtenidas. Sin embargo, no hace falta invocar demasiado a Maquiavelo para ver que, de forma más o menos explícita, hay otros intereses y a los alardes de «democracia» hay que ponerles cum grano salis: salvo reconversión de última hora (al menos no anunciada por García Ferreras), los propietarios y directivos de las emisoras privadas de tv y radio que tanta cancha dan a los emergentes no se han transmutado en radicales izquierdistas y continúan bastante próximos a las fuerzas conservadoras. La caza y captura del PSOE (con una capacidad de autodestrucción envidiable) y su secretario general decretada para esta campaña electoral tiene el objetivo claro de minimizar en lo posible el batacazo del PP, que de una holgada mayoría absoluta puede quedar en manos de unos apoyos tan inciertos como exigentes. A esa caza y captura está contribuyendo, con entusiasmo, PODEMOS y sus dirigentes, seguro que no con el propósito de ayudar al PP, pero con el resultado práctico de jibarizar al PSOE y favorecer, de forma indirecta, la continuidad de los populares. Un papel que viene como anillo al dedo para interpretar por todo buen cibertonto que se precie.