CHIPRE:TODO MODO Por Teófilo Ruiz

Por si la estructura dirigente de la UE no estaba desprestigiada lo suficiente, lo ocurrido ─hasta ahora─ con Chipre ha logrado superar todas las previsiones, dejando al descubierto, si es que había alguna duda, la relación corrupta entre el poder político y los intereses económicos. Como si se tratara de los ignacianos «ejercicios espirituales», los miembros de los organismos decisorios (Comisión y Eurogrupo, especialmente) suelen reunirse para logar «el todo modo… para hallar la voluntad divina». En este caso, «la voluntad divina» es la del dios mercado y ejecutada, cual implacable guardián del Paraíso, por la canciller Ángela Merkel.

Todavía no se ha llegado al asesinato, como en la novela (Todo Modo) de Leonardo Sciascia, donde el Dinero, la Política y le Iglesia conviven por el bien supremo del Poder, pero las víctimas son ya innumerables. Y no ha importado incumplir el propio ordenamiento jurídico para dejar bien a las claras quienes son los muchos que van a pagar los desmanes de unos pocos. Aunque el rechazo de los afectados ha dejado al descubierto la impudicia de los dirigentes de la UE, no parece que los chipriotas puedan eludir el pago de los destrozos que la mayoría de ellos no han cometido. O aceptan la penitencia, o el castigo puede llevar a la expulsión del «paraíso» del euro.

Dejando a un lado (aunque sea mucho dejar) los efectos colaterales del «corralito» y el contagio a otras economías europeas, puede decirse que lo que mal empieza… Chipre, un país minúsculo, sin recursos económicos y, encima, dividido en dos por la ocupación turca de parte de la isla, no estaba en las mejores condiciones para entrar a formar parte del club europeo. Su posición estratégica en el Mediterráneo, dado el actual reparto de poder mundial, no parece de gran relevancia, aunque la Rusia de Putin y compañía la contemple como una clara opción para recuperar influencia y presencia, perdidas tras la caída de la URSS. No obstante, y aun teniendo en cuenta el potencial de las reservas de gas próximas a sus costas, Chipre es ─para descrédito de la UE─ un paraíso fiscal donde se blanquea dinero de diversa procedencia y en el que el negocio bancario, atrapado por la crisis griega, es el principal vector de la economía del país. Y a este negocio no es ajena la Iglesia Ortodoxa, dueña de uno de los bancos más importantes y dispuesta a invertir en deuda del Estado para salvar sus «muebles».

El caso de Chipre vuelve a poner el acento sobre la lentitud en la aplicación de sus acuerdos por parte de la UE. Era una decisión evidente y que no convenía demorar, aunque nadie quisiera asumir el coste de las medidas. La acordada unidad bancaria, la armonización fiscal y la convergencia de políticas económicas para logar un espacio común europeo que haga frente a los desafíos de la economía global son el camino adecuado, según una mayoría de expertos. Pero las decisiones van en otra dirección: una disciplina presupuestaria que defiende con actitudes fundamentalistas los intereses de los acreedores antes que los de los ciudadanos; un crecimiento brutal de las desigualdades; y, para ser «competitivos» frente a las potencias emergentes, el desmantelamiento sin paliativos de la economía social de mercado, propiciadora del Estado de Bienestar.  Así las cosas, desde Lisboa a Nicosia, pasando por Madrid o Atenas, se puede comprobar la cruda veracidad de los dicho por Strindberg en El camino de Damasco : «El infierno no es lo que nos podría pasar, es nuestra vida presente».