Ayúdenme a irme de aquí. Ignoro el concepto con el que se abre la puerta de salida  

Mi júbilo era tan grande como si el infierno se hubiese metamorfoseado en un cielo goyesco. Se había anunciado una exposición antológica del minimalismo y el arte conceptual en uno de los más importantes museos nacionales. Así que el día de la inauguración estaba haciendo cola y aclamándome los ojos.

Nada más entrar me encuentro con la construcción número “20”, más allá estaban situadas la “metástasis 27 y una “vía 15”. Proseguí con la vista puesta en los “sueños de una casa 101”, el “síndrome semántico 402” y los “almacenes de ideas 63”. El binomio laminar “1012/2020” junto con el bloque “fusión 64” de hormigón completaban un conjunto de tesis cirenaicas sobre la asunción de paradigmas circuncisos.

Estaba casi en la mitad de la muestra y ya empecé a intuir que algo iba mal, los conceptos se me escapaban o llegaban y no fecundaban. De todas formas avancé hasta la “carrocería 4005”, la “luminaria 408” y el “electrodoméstico 10012”. En ese instante oí a un espectador a mi lado que leía a media voz un texto explicativo, del que sacó la conclusión que todo era nada. El perro que le acompañaba aparentaba tener más hondas reflexiones mientras olfateaba todos aquellos mínimos que no llegaban a la condición de objetos (o eso querían decir ellos). Después me di cuenta de que estaba buscando al más explícito para mearle encima.

Por fin me hallo ante el “Departamento de búsquedas internas 8002”, la “metafísica antes de la física 25009” y el “cerebro crepuscular 810/812”, momento en el que me dije que no podía continuar ni un minuto más, mis fuerzas y capacidades estaban al límite, y mi nivel de entendimiento bajo espantosos mínimos conceptuales, pues transigía con la sospecha de que lo que trataba de contemplar estaba ausente a pesar de que estaba en el lugar que ocupaba mayor sitio.   

Di por ojeado el resto y anduve errante sin localizar la puerta de salida. Una gruesa vigilante de sala me indicó que fuese hasta el “quicio 25”, rodease el “umbral 30” hasta toparme al final con el “traspaso 80”. Lo que no me aclaró es que se trataba de un laberinto del que solamente se podía salir si daba antes con la clave correcta de uno de los botones literaturizados con la siguiente pregunta: “¿Qué hay a continuación de lo mínimo concebido como lo máximo?” Ni de casualidad doy con la solución. Por favor, sáquenme de aquí ya, estoy a punto de minimizarme.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)