ASALTO AL ESTADO

«Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España» es un ensayo publicado por Joaquín Costa en 1901. Ya ha llovido desde entonces, pero el título de la obra y la denuncia mantienen su vigencia. Según Costa, España era una pústula de Norte a Sur. En estos momentos, la gangrena social no parece que haya disminuido pues los casos de corrupción son sencillamente apabullantes.

Parodiando al clásico, podríamos decir que desde la familia real abajo, ninguno se libra. A falta del pronunciamiento judicial —si es que se produce— las peripecias financieras del Duque de Palma recuerdan los peores años (que son muchos) del reinado de los Borbones en nuestro país.

La clase política no ha logrado todavía ni la más leve solución para los problemas que aquejan a la sociedad, pero si se ha convertido en el primer obstáculo para conseguirlo. Atravesada de forma transversal por la corrupción, mantiene a cientos de imputados bajo su protector paraguas a la espera de procesos que llegarán tarde y mal: en el caso Pallerols, Duran se había comprometido a dimitir si se confirmaban las acusaciones, pero ahora opta por el «donde dije digo…»; Carlos Fabra, permanente receptor de premios de lotería, ha logrado aburrir a todos los jueces que le han investigado. Cuando se siente en el banquillo de los acusados seguro que la pista de su aeropuerto de Castellón será un verde prado donde triscarán las cabras. Este binomio, por resumir, explica que las encuestas señalen a la corrupción y a su protagonista, la clase política, como el mayor de los problemas, junto con el desempleo. Un desempleo que crece ante el estupor general de la sociedad que ve como las ayudas a la Banca, con dinero de todos, se traduce en despidos masivos, pero con directivos con indemnizaciones insultantes o con otros cargos muy bien remunerados.

Sin embargo, en este Patio de Monipodio, con tablets incluidas, destacan por derecho propio los dirigentes de la Comunidad de Madrid. La privatización de la Sanidad, con el trasvase de cargos de un lado a otro, es un ejemplo del asalto a las parcelas del Estado que pueden convertirse en un lucrativo negocio para los dueños y un mal servicio para los usuarios. Frente a la «marea blanca» formada por profesionales del sector y público en general, los defensores de la privatización, además de negarla,  no han aportado ni un solo dato que avale sus tesis de «círculo virtuoso»: un servicio con iguales prestaciones y calidad y menor coste.

«La familia de la Espe» acaba de perpetrar su última tropelía con Telemadrid: después de una desastrosa gestión de años, pone en la calle a la mayoría de los trabajadores (incluida  casi toda la representación sindical) y se queda con sus secuaces en un nuevo proyecto empresarial que nace muerto. De un medio de referencia, los gestores puestos por la lideresa han pasado a una empresa fracasada e irrelevante.

En el blog de Juan Antonio Tirado (blogs.21rs.es/tirado) aparece una fotografía con «la familia de la Espe» (Güemes, Aguirre, Lasquetty y González) que vale por toda una catarata de palabras. Esta conjunción de opusdeistas, «kikos», legionarios de Cristo y liberales a ultranza sonríe abiertamente y no es para menos. Las manifestaciones de protesta contra sus medidas las toman a nivel de inventario y no se les altera el pulso a la hora de apretar las tuercas en sus «reformas». A pesar de su religiosidad manifiesta (o precisamente por ello) no dudarían en enviar de nuevo al Gólgota al Nazareno, bajo la acusación infamante de «liberado» del Sindicato de Predicadores Unidos. Al tiempo que liquidan todo lo público, para convertirlo en negocio privado, tienen la convicción de que les volverán a votar porque enfrente no hay nadie; a lo sumo unos manifestantes que expresan su indignación pero que luego, en buena parte, no acuden a las urnas. Y en última instancia, hecho el negocio, recurrirán a la sentencia popular: «el que venga detrás, que arree».