Arte y crisis    

En la crisis que estamos atravesando, nos enfrentamos y sufrimos algo indecible, una suma insoportable a la que nadie le había dado nombre, ni siquiera ese más que es una advertencia. Falló lo que señalaba Juan Luis Rodríguez-Vigil, expresidente del Principado de Asturias, cuando exponía que lo definitorio del arte de estos dos últimos siglos es, precisamente, su carácter indicador de las tendencias que se ven luego en otros campos de la cultura y la sociedad, anticipadas en la obra artística gracias a la intuición y la sensibilidad de los creadores.

Sin embargo, el preludio de las circunstancias actuales brilló por su ausencia ante los ciudadanos espectadores y participantes. De una presencia artística que juega a ser fuente de múltiples escenarios y presencias, nos hurtó el de un acontecimiento que sobrevenía y nos dejaba con el aliento suspendido.

 Por tanto la obra de arte, en medio de esta conmoción que afecta a toda la sociedad en todos los aspectos y formas de vida, debería de expresar aquello que de otro modo no se podría expresar. Ella nos lo haría mirar desde la óptica de la comprensión, que es el ser del hombre (H.G.Gadamer), a través de esa vía de creación y de sus distintos significados.

Menos mal que ha existido un Edward Hopper (1882-1967) y su obra, porque gracias a él contemplaremos la dimensión de nuestra soledad, ensimismamiento y resignación que él hizo patentes y que ahora, mucho más ahora, se nos manifiesta tan actual y tangiblemente.

 El ser es comprender, y a partir de ese acercamiento al ser y su obra es intentar comprender desde él mismo que también tiene historia y destino. La selección que tuvimos la ocasión de conocer  de este artista con motivo de su pasada exposición en el Thyssen confiere, en nuestra situación de hoy, a la realidad viva y cruda que padecemos el testimonio de un anhelo y una angustia, una introspección sobre las circunstancias del existir.

Si lo que nos aterroriza de la muerte, según Milan Kundera, es la pérdida de nuestra capacidad de olvido, lo que hoy verdaderamente nos aterroriza es la pérdida del futuro, la suma de un futuro que se nos niega. Por eso, hemos de dejar atrás al pasado, ése que nunca pudo ser lo que debería haber sido, y sepultarlo ante tanta desventura e ignominia.   

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)