Arte contemporáneo. Suma y sigue

La fragilidad y penuria del arte contemporáneo –la mayoría es un postizo- se ponen de manifiesto en el hecho de que su insuficiencia y no inteligibilidad es tal que ha de estar acompañado y complementado de una literatura o verborrea artística, con lo que al final esto último se convierte en el significado mismo de la obra, a la que desplaza y minusvalora, intencionada o no intencionadamente, en lo que respecta a su forma y contenido.

Casi podríamos señalar que el apunte de Herbert Read en relación a que “el arte plástico sufre de una fundamental carencia de conceptos” es actualmente más exacto que nunca en lo referido a este mundo. Por consiguiente hay que partir de la premisa de que la profusión textual que soportamos es la que supuestamente se le proporciona, pero de acuerdo con una jerga lírica (en la cual me incluyo) y sectaria, tan incomprensible como un dialecto chino (Arnold Gehlen).

Con ello buscan efectos retóricos que verifiquen la condición artística de cada creación concreta, legitimando de este modo una producción contemporánea que es la horrorosa expresión de una concepción kitsch en una gran parte, llegando así al término de lo que era hasta este momento la definición del arte: emociones y visiones. Y vivencias y reflexiones.

Si las precedentes fases de la existencia del arte marcaban las continuidades y rupturas que habían culminado en una resolución al nivel de todo tiempo, el contemporáneo se ha extraviado, ya no reclama al ojo ni al espíritu, ha de recurrir, insistimos, a unos textos explicativos y especulativos que usurpan su distintivo papel visual, y además ha incurrido en un divorcio estético e intelectual con la cultura y sociedad a las que teóricamente habría de ilustrar e instruir.

Conforme a tales términos, sostener, finalmente, que él es el único que resulta acreedor a esta singularidad, excluyendo a todo lo anterior de tal índole, es cuando menos pasmoso. Nunca se ha entendido que la Odisea, la obra épica de Homero, no fuese literatura (que se sigue leyendo, por cierto), sino solamente historia de la literatura.  Y, por otro lado, se está obviando el planteamiento básico, no el de que si es historia o no, sino el de si es arte o no arte.

Gregorio Vigil-Escalera

(De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)