Aplazar lo inevitable

No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Una sabia recomendación, tantas veces oída, que no encaja con nuestra inveterada costumbre de aplazar en el tiempo las decisiones ineludibles. Aquí nadie coge el toro por los cuernos, acción que requiere del artista grandes dosis de arrojo y valentía, aquí se dan capotazos al morlaco hasta que cae mareado en el albero. Así sucede en los cenáculos políticos donde se cuece nuestro futuro más inmediato. Los conjurados se limitan a torear la bicha del acuerdo y replicar con sarcasmos los equívocos del contrario. Aquellos que se atreven a ir más lejos, son tachados de retrógrados o de mercaderes interesados.

Los jugadores más atrevidos, híbridos de cinismo y cálculo político, esperan que los plazos se agoten y los ciudadanos terminen por airear el estancamiento. Incapaces de jugar el partido para el que fueron seleccionados, pretenden devolver la pelota al pueblo soberano: ellos urdieron el embrollo votando diferente y ellos deben desatar los nudos que enlazaron. Los reventadores del pacto, muy activos en ambos extremos del arco parlamentario, desean aguantar hasta el verano, citar a los españoles otra vez en los colegios electorales, recomponer la figura y repartir las cartas en una partida nueva.

Sus expectativas no cuadran, sin embargo, con los sondeos de opinión que se vienen publicando. Todo quedaría, más o menos, como está ahora. Para ese viaje no hacen falta las pesadas alforjas con las que quieren cargarnos. ¿Se lo imaginan ustedes? Repetiríamos nuevamente lo vivido. Las mismas caravanas políticas recorriendo el país, otro reparto indiscriminado de promesas sabidas, las mismas siglas invadiéndolo todo, pabellones similares repoblados de banderitas usadas y duelos dialécticos que nos parecerán vistos y trasnochados. Volverán también los debates televisados, agrupados los candidatos de cuatro en cuatro, de dos en dos o en comandita populosa, repitiéndose una escenografía que ya no sorprenderá a nadie.

Ya no habrá debutantes virginales ni discursos asombrosos, todo aquello que nos encandiló se transformará en rutina desgastada. A estas alturas, ya sabemos de qué van y de lo que son capaces cuando se enfrentan a la realidad. Por si fuera poco todo lo dicho, la tabarra que les anticipo nos va a costar a todos una pasta gansa. Hablemos claro, si la voluntad popular no rectifica las encuestas que conocemos, consumadas unas nuevas elecciones, los que ahora abortan cualquier proyecto de consenso tendrán que alumbrar un gabinete de amplia mayoría. Será de centro derecha o de centro izquierda, pero siempre tendrá a Ciudadanos como eje vertebrador de la coalición. Lamentablemente tendremos que esperar algunos meses para comprobarlo. Mientras tanto, se trata de aplazar lo inevitable.