Ahora que el arte es una mercancía estará mejor en el bazar o en el mercado

Ahora, en esta sociedad consumista y mercantilizada, nadie habla de aquella vieja teoría referida a la conversión de la obra de arte en mercancía como consecuencia de la sumisión al mercado de la primera.

Lo cierto y verdad es que la teoría ha quedado olvidada y sin embargo la obra de arte no ha perdido su estatus. O simplemente se ha producido en todo esto un proceso inverso, como el que la mercancía se haya mudado también en obra de arte.

En dicha teoría los efectos de esa supuesta transformación se deben a las exigencias del negocio, a la manipulación ideológica, al concepto de arte como objeto de consumo, a su banalización, a su proliferación, repetición y serialización, hasta desembocar en su pérdida de significación y un más largo etcétera. Algunos hablan de cosificación y de sinónimo de trasto turístico, comercial, trivial, insustancial. Mas, si vamos más lejos, veremos que el arte desde hace siglos tuvo su mercado y operó de acuerdo con él.  

Bien es cierto que algunos o todos de esos efectos desafortunadamente continúan y lo hacen de manera cruenta, por lo que cada día se está más allá de aquella utopía que confería sólo a las artes plásticas, de entre todas, el registro en imágenes de los grandes acontecimientos, lo que conllevaría a la producción de conciencia en el hombre.     

Clement Greenberg no expresó ningún desatino al señalar que el gran arte resulta imposible sin veracidad de sentimiento, lo que quedó en la total indiferencia cuando aparece el pop y propone el fetiche mercancía como un imaginario estético carente de todo nivel de reflexión.

No obstante, esta deriva no cuajó en su totalidad y quedan artistas de talento que anteponen la dignidad y originalidad de su expresión individual y artística, cuyas obras, sean o no mercancías, son materia del pensamiento y auténticos hallazgos comprometidos con su verdadera misión visionaria. Una idea que Alfred Barr defendió hasta la extenuación, cuando afirmaba que únicamente aceptaría el genio individual y su creación.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)