¿Ahora es mercancía el arte?
Hablar de la conversión del arte en mercancía –todo lo que se puede vender o comprar- desde hace unos años es un supuesto descubrimiento que por no ser tal no nos coge de sorpresa. Lo que sí, en cambio, es desmesurado es que esta conceptualización sea una prueba ideológica que descarga de sentido al término vanguardia –y me imagino que los adyacentes-, a la que deja engullida por el gran monstruo del mercado, configurando con ello una hermosa tesis innovadora, oportuna y distinguida, a la que solamente la falta el cascabel en una puerta de entrada a una tienda de diseño.
Es más, se insiste en que el hegemónico y simbólico valor poder del dinero ha significado la ruptura de otra supuesta –a estas alturas- jerarquía de ideales que son la columna vertebral de la valoración del arte.
¿Y este fenómeno se produce ahora debido a que el ambiente artístico ha experimentado un crecimiento cuantitativo extraordinario en paralelo con el económico? ¿O es que antes, incluso desde el Renacimiento, no existía tal comercio y no se le consideraba a la obra de arte susceptible de venta? ¿Queda, por tanto, en estos momentos, invalidada la función del arte y su vocación de progreso? Por lo que respecta a lo de la jerarquía de los ideales, mejor no tocarlo dado el tufo que despide.
Si diéramos un paso más en el asunto, se podía hacer todo un relato histórico y económico en la materia, en el que los conceptos de vanguardia, innovación, ruptura han sido y son elementos aglutinantes que nunca abandonarán este universo en que lo fundamental es una toma de posesión y enriquecimiento de la realidad y una afirmación de lo humano en su creatividad con el fin de construir un gran patrimonio artístico y cultural colectivo.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)