Acostarse con el arte, no con la teoría

Ahora se han multiplicado las teorías sobre el arte más que nunca. Hasta la obra más intranscendente puede dar lugar a todo un tratado enrevesado, confuso, incluso indescifrable.

Tal profusión teorética, ya sea en términos esencialistas o no esencialistas, funcionalistas o procedimentales, estéticos o artísticos, deparan una complejidad desorbitada –más excesiva que gran parte de la producción contemporánea- que favorece la desorientación y el escepticismo.

No en vano Pérez Carreño advierte sobre una hiperteorización del arte contemporáneo que conduce justamente a lo contrario de lo que se pretende; y lo contrario es que lo que en realidad se busca, cuando cualquier cosa puede ser una obra de arte, es fagocitar a esta última, sustituirla, vaciarla en un texto literario que hace de interpretación constitutiva sobre la base de especulaciones e hipótesis.

Es verdad que las teorías se afanan por establecer aquellas propiedades estéticas que hacen de la obra de arte una obra de arte, y todas tienen a la propia por la verdadera, que es la que ha formulado correctamente la enunciación al ampliar, modificar, integrar e incorporar aquellos elementos que han omitido las otras. Lo cual, al ser tan contrarias y competitivas, enrarece más el asunto.

Todo este raudal de conjeturas obedece seguramente, además de la existencia de una plétora artística global nunca antes vista, al surtido pluralista y relativista actualmente vigente en todo el ámbito del arte, de manera que el receptor se ve perdido en tanto como hay y no sabe a qué atenerse –por lo pronto son una minoría los que ponen un pie en el gallinero-.

No es de extrañar así que, dada la situación y el atiborramiento, algunos autores –por ejemplo, B.R. Tilghman- consideren que detrás de cada juicio crítico no hay necesariamente una teoría del arte. Y Danto, del que no se nos ocurre prescindir, después de coquetear entre varias tesis de su propia cosecha, concluya con aquello de que el mundo del arte es más bien una atmósfera –muy, muy contaminada, para más señas- de teoría artística.  

Por último, queda Morris Witz, apuntándonos que el arte es un concepto abierto de carácter adaptativo, lo que implica la falta de una definición en términos de condiciones necesarias y suficientes para su aplicación.

En fin, que las argumentaciones y disquisiciones sobre este fenómeno artístico darán, en consecuencia, para mucho más en el futuro, porque no está ni mucho menos acabadas y decididas, tan sólo concebidas y santificadas en parte por la mercadotecnia soberana.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Española e Internacional de Críticos de Arte (AECA/AICA)