A propósito de Telemadrid. Fernando González

Excelentísima Presidenta de la Comunidad, bien está que haya traído nuevos aires al Partido Popular de Madrid, que pretenda renovarlo y centrarlo políticamente, pero lo hecho por sus antecesores, tanto lo bueno como lo malo, permanece aún entre nosotros, por mucho que usted trace una línea divisoria entre lo que hicieron y lo que ahora se pretende hacer. Algunos de los destrozos más evidentes, señora Cifuentes, se derivan de las maquinaciones incontroladas de los suyos, aunque usted los critique como si fuera un observador neutral recién llegado del cosmos. Todo lo que antecede queda escrito apropósito de las declaraciones que usted ha formulado sobre Telemadrid.

Telemadrid fue uno de los juguetitos más queridos por Esperanza Aguirre. Se divirtió con él todo lo que quiso y mucho más. Sus compañeros populares,  enemigos de una televisión que no satisfacía sus expectativas partidistas, intervinieron Telemadrid y la entregaron maniatada a su Jefa. Esperanza Aguirre zarandeó el regalo, lo abrazó, lo pateó, lo arrastró por los suelos, lo lanzó por las alturas, lo estrelló contra las paredes, lo destripó para descubrir sus mecanismos, lo dejó tirado en cualquier sitio y se lo prestó a sus afines mediáticos para que terminaran por destrozarlo.

Cifuentes contempla los restos del muñeco roto y se pregunta para qué lo quieren ahora los madrileños. Tanta amnesia merece una respuesta contundente. Cuando se devuelve a su dueño un objeto prestado, se debe entregar en perfecto estado de uso. De nada vale lamentarse si no se ha hecho un buen uso del mismo. Cuando Aguirre relevó a Gallardón en la presidencia de la Comunidad, Telemadrid aún relucía en los receptores domésticos de los madrileños. Ellos eran los auténticos propietarios del medio, pero los sucesivos gabinetes de doña Esperanza se dedicaron a manipularlo y a esquilmarlo, dejándolo en las deplorables condiciones en las que ahora se encuentra.

Producto de un parto dificilísimo, a finales de los años ochenta, se constituyó Telemadrid. Creció huérfana de recursos financieros públicos, apoyándose en créditos bancarios, carente de un convenio administrativo que facilitara al Ente las partidas presupuestarias necesarias, sin instalaciones ni equipamientos propios, afincada en varios locales de alquiler y acogida en la sede central de EFE TV, cuyos balances contables contribuyó a sanear durante varios años. Cuando habitó su nuevo edificio en la fantasmagórica Ciudad de la Imagen, la deuda acumulada ascendía a varias decenas de miles de millones de las antiguas pesetas.

A pesar de sus debilidades estructurales y económicas, la aparición de Telemadrid cambió el panorama mediático de la región. Telemadrid acabó con el monopolio informativo de TVE, estrenando sus Telenoticias alternativas y generalistas,  extremadamente competitivas, innovadoras en sus montajes escénicos y gráficos,  presentadas por jovencísimos comunicadores, que colocaban a sus reporteros en la calle, dando la cara, pegados a la noticia y comprometidos con lo que contaban, sin pelos en la lengua, hablando en plata, con un lenguaje directo y claro. Aquellos Telenoticias provocaron algún que otro sarpullido político, pero se hicieron imprescindibles y familiares en toda la Comunidad.

En los años noventa Telemadrid vivió su época dorada. Coincidiendo con la última legislatura de Joaquín Leguina y los dos mandatos consecutivos de Gallarón, la cadena combinó una programación audaz e imaginativa con unos informativos consolidados que marcaban el paso a la entonces poderosísima cadena estatal. Más adelante, sus emisiones aguantaron la competencia de las televisiones privadas. Durante toda la década, sus Telenoticias encabezaron los registros de audiencia en Madrid, cubrieron los principales acontecimientos de ámbito regional, nacional e internacional, consiguieron una enorme repercusión profesional y convirtieron a Telemadrid en la televisión europea que más información emitía cada jornada –más de ocho horas diarias-.

Paralelamente, la empresa logró autofinanciarse y amortizar un 20% de su deuda histórica. Lo logró manteniendo una audiencia considerable, firmando un convenio cerrado con la administración e incrementando espectacularmente sus ingresos publicitarios y comerciales. Yo viví aquella etapa en primera persona y en un cargo de la máxima responsabilidad. Por todo ello, Presidenta, puedo asegurarle que es posible una TV autonómica de Madrid viable y bien gestionada, asumible por el erario público, ajustada a sus posibilidades, rigurosa y objetiva, independiente de los poderes públicos y privados, moderna y popular, abierta y democrática, comprometida con los problemas de los madrileños, integradora  de los diversos territorios de la Comunidad y las distintas sensibilidades sociales que aquí conviven. Así fue y así podría ser. Solo depende de la voluntad política de los que ahora nos gobiernan.