La hoja roja
Siento, como decía el autor del Tenorio, y recordaba a menudo mi querido amigo Teófilo Ruiz, que no hay plazo que no se cumpla, que la vida son ciclos y que en la hoja de debes y haberes profesionales, la jubilación, aunque sea jubilosa, marca una línea que suprime el futuro. Eso está bien, si se aprovecha con inteligencia y buen tino, porque inaugura el tiempo del presente, una suerte de regreso a la infancia, a una infancia ya sin deberes ni asignaturas pendientes, con unas vacaciones permanentes. La jubilación en la época de la novela de Delibes, años 50, era un verdadero canto del cisne, un pasaporte con fecha de caducidad próxima. Ha cambiado mucho la vida desde entonces y hoy si al jubilado le acompaña la salud y las ganas de hacer cosas, y de no hacerlas, tiene por delante una etapa grata y larga. Mi padre disfrutó de veinte estupendos años de prórroga después de jubilarse y mi suegro va ya por treinta y uno.
Con todo, es conveniente tomarse este penúltimo rito de paso con cuidado, y con la cabeza fría. Hace muchos años escuché en la radio a una psicóloga que decía, con muy buen sentido, que es sorprendente que cuando nos vamos un mes de vacaciones programamos hasta el mínimo detalle, en tanto mucha gente se jubila de forma alegre, sin planes, sin proyectos, a lo que salga y lo que sale no es necesariamente bueno. Lo que contó aquella psicóloga se me quedó grabado y mentiría si dijera que tengo un plan acabado para estas vacaciones sin fin. Cuando uno se jubila de un trabajo que le ha apasionado, que ha sido motivo esencial de su trayectoria, corre riesgos a los que no está expuesto quien desempeña un cometido que le desagrada o al menos no le ilusiona o que directamente vive como una condena. Con todo y con eso, me siento feliz.
Es natural que en este tiempo que inauguro, como en los ya pasados, haya días de sol y otros tormentosos, tardes plácidas y noches amargas, pues que así se va escribiendo la partitura de la vida, pero si de algo estoy seguro es de que no echaré de menos la sujeción a los horarios, que no añoraré al jefe o jefa que desparrame puntos sobre mis íes o que me toque las narices, que de todo hay en la viña del señor. Mis compañeros de Informe Semanal me dieron ayer una hermosa despedida. Decía así adiós a casi 27 años en un programa legendario de la televisión, en el que he pasado días fantásticos, días horribles y días simplemente buenos: los más. Me voy contento y agradecido y anoto en mi corazón un montón de vivencias que pertenecen ya al precioso almanaque del recuerdo. Al álbum de lo inolvidable. Naturalmente no abandonaré mi pasión por juntar palabras, solo que ahora lo haré gratis et amore.
Original en elobrero.es
JUAN ANTONIO TIRADO
Juan Antonio Tirado, malagueño de la cosecha del 61, escribe en los periódicos desde antes de alcanzar la mayoría de edad, pero su vida profesional ha estado ligada especialmente a la radio y la televisión: primero en Radiocadena Española en Valladolid, y luego en Radio Nacional en Madrid. Desde 1998 forma parte de la plantilla de periodistas del programa de TVE “Informe Semanal”. Es autor de los libros “Lo tuyo no tiene nombre”, “Las noticias en el espejo” y “Siete caras de la Transición”. Aparte de la literatura, su afición más confesable es también una pasión: el Atlético de Madrid.