Alejandro Dumas

Doscientos veinte años después de venir al mundo, Alejandro Dumas es una poderosa estatua de oro literario macizo y un recuerdo que pasa de generación en generación, resistiendo los infortunios del tiempo y la historia, los gustos volubles de los públicos y los cánones de cada época. Dumas era nieto de un marqués con más ínfulas que ínsulas y de una esclava negra.

Fruto de esa unión nació el padre del escritor, un general mulato que buscó la gloria en el ejército de Napoleón y que dejó huérfano al pequeño Alejandro cuando solo contaba cuatro años. La vida se le ponía pronto cuesta arriba, pero quien llegó a ser celebridad de las letras francesas superó esa y otras contrariedades a lo largo de una biografía tan rica en peripecias económicas como en escaramuzas sentimentales. A los catorce años se colocó como pasante con un notario y con veintiuno se instaló en París, dispuesto a ganar dinero y fama literaria y, a ser posible, a comerse el mundo. No le costó mucho tiempo colocarse entre los escritores más queridos por el público, hasta el punto de que a los 27 años era ya un autor muy popular. Estrenó teatro, dio al molde novelas y poesía y fue el creador de mayor éxito de la época dorada de los folletines, aquella suerte de aventuras por entregas, que está en el origen de las radionovelas, los culebrones y las series de televisión de hoy. Fue autor de casi trescientos libros, pero hay dos títulos que traspasan fronteras y siglos: El conde de Montecristo y Los tres mosqueteros. En Francia, triunfa estos días una nueva película basada en las andanzas de d´Artagnan. En las páginas de Dumas han pedido asilo vital niños del ochocientos y el novecientos. No está tan claro que hoy pueda decirse otro tanto, aunque en París nunca se sabe. París es una reserva literaria.

Alejandro Dumas fue un tipo alto y corpulento, de cabello crespo y ojos azules. Las amantes caían en su cama con parecida facilidad a como las páginas volaban de su imaginación a la imprenta. No fue un autor para minorías, sino que aprovechó las inmensas posibilidades abiertas por la Revolución Francesa, con un formidable avance de la alfabetización y un aligeramiento de los libros, que pasaron de ser objeto de culto para millonarios y eruditos a artefactos para públicos masivos. Y como su capacidad productiva no bastaba para dar abasto a la mucha demanda de obras que presentaba el mercado, el autor de Los tres mosqueteros instauró una factoría de escribidores al servicio de su gloriosa firma convertida en marca y fetiche: Alejandro Dumas.

Se cuenta que en cierta ocasión estaba compungido por la muerte de uno de sus negros, negándose a recibir a nadie. En tal circunstancia llegó a su casa un sujeto que quería verlo con urgencia. El criado de Dumas se negó en redondo, hasta que el intruso pronunció el ábrete sésamo: “Dígale que soy el negro del negro”. También se cuenta que, otra vez, Alejandro Dumas interrogó a su hijo, del mismo nombre y también escritor, sobre si había leído su última novela, a lo que el retoño contestó:

— No, querido padre. ¿Y tú?

Así, entre leyendas negras y amantes blancas, entre viajes por España o por Rusia, entre libros, millones, admiración y envidias transcurrió la vida de este hombre, este francés fabricante de sueños, de quien se decía que en París los enfermos de los hospitales se curaban o se morían con uno de sus libros bajo la almohada. Él se murió de un infarto, casi arruinado, y en casa de su hijo, el autor de La dama de las camelias. Tenía 68 años. Antes se había metido en política, participó en la Revolución de 1848, compartió aventuras con el revolucionario y nacionalista italiano Garibaldi, y publicó, además de sus Memorias, un curioso diccionario de cocina. Después de muerto, ni críticos ni lectores lo han olvidado.

Original en elobrero.es

Juan Antonio Tirado, malagueño de la cosecha del 61, escribe en los periódicos desde antes de alcanzar la mayoría de edad, pero su vida profesional ha estado ligada especialmente a la radio y la televisión: primero en Radiocadena Española en Valladolid, y luego en Radio Nacional en Madrid. Desde 1998 forma parte de la plantilla de periodistas del programa de TVE “Informe Semanal”. Es autor de los libros “Lo tuyo no tiene nombre”, “Las noticias en el espejo” y “Siete caras de la Transición”. Aparte de la literatura, su afición más confesable es también una pasión: el Atlético de Madrid.