¿Te interesó alguna vez la política internacional?

Hoy te pregunto alguna cosa más: ¿tienes en casa un atlas comprado por ti? No, no me vale el que compraste para este examen o uno que compró tu padre cuando preparaba un viaje veraniego al Adriático, no. ¿Alguna vez has buscado dónde está Afganistán? Hemos leído y escuchado múltiples noticias donde los protagonistas eran soldados españoles en Afganistán «o por ahÍ «¿Te ha interesado buscar en qué parte del mundo están esos territorios? Y voy a más: ¿tienes alguna idea de quiénes vivieron allí hace 100 años?

Me parecería bien que desde hoy te empezases a interesar por los mapas del mundo, pero no te culpabilices de estos desconocimientos: España lleva unos 200 años en los que la política internacional no importa prácticamente nada. Terminábamos de recoger las banderas de Cuba y Filipinas y estallaba la 1ª Guerra Mundial. Nada que ver con nosotros. Andábamos vendiendo de todo a unos y a otros cuando empezaron los ruidos de la 2ª Guerra Mundial.

Pero logramos que nuestros problemas (que se parecían bastante a los europeos del momento) se aislasen y fueran convertidos en una Guerra Civil con todo tipo de vallas de separación: los problemas de España los resolvemos los españoles a tiros fratricidas. Y mientras tanto, todo el resto del mundo combatía por visiones políticas y económicas de alcance mundial. Menos España.

Cuando termina la 2ªGuerra Mundial, España tenía un encaje muy complicado en el Nuevo Orden Internacional. Pero una dictadura fascista descolorida no importaba mucho a los diseñadores de los nuevos mapas. Y nuevas complicaciones con una URSS a lo lejos no las quería nadie.

La Dictadura de Franco tuvo dos obsesiones internacionales: el comunismo en todo tiempo y lugar y Gibraltar según conviniera. Lo de la reivindicación del Peñón era algo que hacía sonreir a un analista internacional: los mejores puestos de trabajo de la zona de La Línea los conseguían los españoles en el Gibraltar británico. Pero cada cierto tiempo, los gritos de «Gibraltar español» entraban en algún programa. Y las posibilidades de recuperarlo por la fuerza eran nulas.

Ya no os acordareis, pero un día muchas cartas desde España estaban franqueadas con un sello que decía «Sahara Español«. Cartas con este sello las pusieron en circulación, empleados, funcionarios, militares y todo el que escribía en esos tiempos.

Y un día Marruecos organizó la «Marcha Verde». Un movimiento de masas pacífico que entró en «nuestro» Sáhara. Sin mucho ruido de armas, ningún soldado español quedó por aquellas tierras, que se dejaron a Marruecos y a unos ciudadanos decididos a crear allí su país. Allá ellos: nosotros a casa.

No entro en detalles de nuestra compleja relación con Marruecos, donde muchos soldados españoles tienen sus tumbas. Pero ahí están los residuos urbanos: Ceuta y Melilla. Dos ciudades tipo peñón de Gibraltar que fueron muy útiles en otros tiempos y que ahora tienen una escasísima utilidad. Digo «utilidad».

Para España, el Peñón es un permanente origen de papeleo europeo. Y así será para siempre (con s minúscula).

Para Marruecos, un paquete que incluya a Ceuta, a Melilla y al Sahara Occidental, es un apoyo patriótico de primer nivel. Y si se mantiene en una dictadura borrosa, mucho mejor.

Pues ya está: España va a tener serios problemas internacionales en Africa.

¿Le importaría al Gobierno incluir este asunto en la agenda principal? ¿Nos importaría a todos los españoles mirar bien los mapas para que no nos den demasiado susto un día de estos en «nuestro» territorio y en el vecino a Canarias?

Venga, llama a tu librería y pide un atlas de páginas grandes.

Original en luiissolana.com