Si no encuentra el punto ciego, siga mirando y no cierre los ojos
No discuto, aunque no disimulo mi incredulidad, que desde el Barroco hay en toda obra de arte un “punto ciego” que pone en cuestión el contenido de la representación, de tal forma que en todo este transcurso del tiempo desde entonces el campo artístico ha tratado de encontrarlo. Inútilmente claro. Pero todas estas estrategias, de acuerdo con sus defensores, se centran en evidenciar esa sustracción de la realidad ocultada como consecuencia de factores mediáticos, tecnológicos y culturales.
Sin embargo, si partimos de esa premisa, cada vez que visitamos una exposición o una muestra, lo único que como espectadores nos preocuparía sería la forma de ver lo oculto, de observar como lo que era visible se ha transformado en invisible. Y de ser así, los que empezaríamos a cambiar seríamos nosotros, quedándonos, la verdad, en una situación muy comprometida, extraviándonos sin identidad en una red de fantasmas que han abandonado vida, significado e historia.
Siempre he creído que el arte es representación para ser “mirada”, y en la medida en que lo miramos, nos contemplamos a nosotros mismos, tal como somos en nuestra verdad y conocimiento. Que haya una fusión de lo real y lo elusivo en toda manifestación de las distintas estéticas, no quiere decir que la realidad, la misma realidad, sea esa verdad que pueda quedar fuera de las imágenes. Pues éstas son las que en definitiva nos transmiten los creadores, materializadas, casi carnales, para que sean las que infundan impacto en la sensibilidad, el intelecto y en el logro de una ampliación de los modos visuales con los que comprender el mundo en que habitamos.
En conclusión, ha de pensarse que el arte ha de tener una máxima recepción, ha de configurarse en lo que se ve, tal es la naturaleza de su condición, no en lo que se esconde y después sirva para formular el argumento de que el núcleo esencial de lo visible será en todo momento invisible. Si ése fuese el caso, probablemente cerrando los ojos en un espacio tapado habríamos hallado ese “punto ciego” que tanto se nos escapa.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)