Que soy Goya, coño. no pienso estar de quita y pon todos los días

Si visita el Museo Municipal de Madrid, al contemplar la “Alegoría de la villa de Madrid” pintada por Goya, seguramente desconocerá la trapisonda que formó parte de su historia. Solamente advertirá que en el medallón oval figura la leyenda “Dos de mayo”.

El caso es que cuando las tropas francesas ocupan Madrid en 1808 el gran pintor se mantiene agazapado, escondido, incluso se escapa a Piedrahita, lo que no le sirve de nada pues enseguida recurren a él para que realice retratos a los personajillos de la nueva corte, pero el encargo principal fue el que tuvo que hacer al “Botella” y que ejecutó a regañadientes, sin tener que verlo (copió su perfil de un grabado) y porque necesitaba dinero.

Pasan pocos años, y en 1812, ante la próxima entrada de Wellington en la capital, José I sale zumbando sin haber tenido tiempo de tomar la última copa (no se sabe cuando acababa una y empezaba otra), ocasión aprovechada por Goya para borrar el retrato y sustituirlo por la inscripción “Constitución” (ahí es nada). No dura lo que un pastel a la puerta de un asilo, pues meses después “Pepe Botella” regresa al frente de sus huestes, lo que hace perder el culo al universal artista para volver a pintarlo en el medallón.

Por fin el monarca beodo, que ya había vaciado todas las bodegas, se va definitivamente de Madrid en 1813, momento en el que el pintor le pide a su ayudante y discípulo, Felipe Abas, que vuelva a suprimirlo y reponer lo de la divisa constitucional.

Como a Fernando VII, una vez que recupera el trono, no le hace maldita la gracia (la verdad es que carecía totalmente de ella por mucho que se empeñen algunos en vérsela cuando estaba desnudo) tal proclamación de derechos, ordena quitarla y reemplazarla por su perfil, hasta que en 1843 el pueblo madrileño, harto de un rey que hasta cuando orinaba era un perfecto estúpido, lo hace desaparecer una vez más -¿se acuerdan de cuántas van?- y lo suple por las palabras “Libro de la Constitución” (estaban más que pesados con la cantinela).

Pero no acaba aquí este sainete de quita y pon, pues en 1872 (final de un sexenio democrático) se pinta la que es la definitiva, la que hoy puede verse: “Dos de mayo”. ¿Será la última?

Gregorio Vigil-Escalera Alonso

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)